Agravios del pasado, visiones de futuro y justicia

El informe del Foro Social sobre los casos sin resolver provocados por la violencia política abre un tema necesario pero espinoso. Lo hace en un momento delicado, porque el ambiente político en Euskal Herria, al menos el que se transmite públicamente, está marcado por la reproducción de esquemas del pasado que dificultan conocer la verdad sobre lo sucedido, que se haga justicia y que se dé una reparación a todas las víctimas. Ni en clave de justicia ordinaria, ni restaurativa, ni transicional. El término «injusto» se ha convertido en la versión posmoderna de la exigencia de condena. La impunidad de una de las violencias ejercidas durante el conflicto ha abierto la puerta a un ventajismo político obsceno.

En ese sentido, se reproducen debates de los años 90 para no atender a las violaciones de derechos humanos actuales. Por ejemplo, para intentar borrar que hace un mes el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Estado español por dar un «tratamiento inhumano y degradante» a Igor Portu y Mattin Sarasola, pero que ninguno de los guardias civiles que les torturaron van a pagar por ello, algo que es evidentemente injusto. Portu y Sarasola son navarros, luego su caso no está entre los 4.113 computados por Paco Etxeberria en su informe. Precisamente el Gobierno español está maniobrando para que ese informe no se realice en Nafarroa. Pruebas no faltan, según Estrasburgo. Falta la verdad.

Se quiere obviar que acaba de morir un preso a mil kilómetros de su casa. Que él, Xabier Rey, también sufrió torturas, que fue sentenciado a una condena totalmente desproporcionada, que la cumplió en condiciones inhumanas. Que esa condena y su desenlace forman parte de las consecuencias del populismo punitivo, tan en boga ahora, promovido por el PP de José María Aznar pero sofisticado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Sí, también ministro de Interior cuando torturaron a Portu y Sarasola.

Los GAL, ETA p-m y la justicia transicional
La sensación de regreso a esquemas de hace dos décadas se acrecenta con actos que mezclan nostalgia y marketing, como el realizado para celebrar el 25 aniversario de la absorción de Euskadiko Ezkerra por parte del PSE.

Si se recoge el guante de la impertinencia lanzado recientemente a EH Bildu por su secretaria general, Idoia Mendia, no hay otra que recordarle la impunidad de los GAL. Sin ir más lejos, el que presentaba el acto ayer, Ramón Jáuregui, era entonces delegado del Gobierno, responsable del palacio “La Cumbre”, donde bajo las órdenes de Rodríguez Galindo torturaron y mataron a Joxean Lasa y Joxi Zabala. También que el PSOE sí conoce la justicia transicional en su versión más radical, firmando indultos a los que luego serían sus compañeros y mirando para otro lado ante sus delitos, incluidos «los de sangre» que ellos suelen subrayar.

Y a los miembros de EE ¿qué decirles a estas alturas? Por ejemplo, que ellos no pueden decir que no sabían nada de las torturas, porque primero las padecieron y luego las blanquearon. Que no están para dar lecciones de ética. Ni de política. Que hoy por hoy con el PSE justo llegan al mismo número de escaños en Gasteiz que tuvieron en su mejor momento. Que se unieron para presentar alternativa al PNV y ahora son sus socios a cambio de unas docenas de puestos y de que los traten sin más respeto que al que obliga la conveniencia puntual.

Más allá del reproche, ¿qué hacer?
No hay por qué permitir que a uno le falten al respeto. No se debe mentir, ni asumir las mentiras ajenas como verdades propias. No hay que ceder al cinismo. Pero tampoco se debe caer en trampas que suponen un bloqueo y provocan un empobrecimiento del debate público y del nivel cultural general de la sociedad vasca. Hay que sobreponerse a la mediocridad y al ventajismo, levantar la vista y pensar en un legado para las siguientes generaciones, para la ciudadanía vasca. Hay que recordar que esta es una lucha por la libertad y la justicia. Hay que agarrarse al único principio rector que debería regir esta nueva fase histórica: todos los derechos para todas las personas. Ese consenso está más avanzado socialmente que políticamente, y solo cabe esperar que tanta virulencia solo sea el preludio de negociaciones y buenos acuerdos de país, tal y como prometieron.

Mirar adelante sin olvidar el pasado es también atender a esos casos sin resolver, a todos. Porque aquí ha habido mucha violencia, mucha más de la que algunos creen, pero lo que no ha habido es casi nada de justicia.

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