Argentina no es Uruguay

La victoria del Frente de Todos en las elecciones primarias del domingo pasado en Argentina ofrece una oportunidad para mirar a la izquierda con otros ojos; menos fatalistas, menos abonados a las profecías autocumplidas. Hace tan solo unos meses la mayoría de analistas, incluso los afines, daban por desahuciada a esta izquierda casi a nivel planetario. En el caso argentino, la conjugación de aciertos propios, errores de bulto del establishment y las consecuencias en la población de las políticas neoliberales han provocado la victoria del peronismo de izquierda y la derrota de la derecha. Y, desde el punto de vista de la dimensión y las repercusiones, Argentina no es Uruguay.

Es cierto que estas primarias no tienen efectos ejecutivos. Son poco más que una encuesta masiva y significativa de cara a las elecciones presidenciales de octubre. Pero Alberto Fernández y Cristina Fernández le han dado una paliza insólita a Mauricio Macri y a su proyecto neoliberal, con más de 15 puntos de ventaja.

Merece la pena hacer un primer apunte: la jugada de CFK de no disputar la presidencia y acompañar a Alberto Fernández se ha demostrado inteligente y efectiva. Una decisión así rompe gran parte del relato oficial que se ha hecho durante años sobre la expresidenta, sobre su carácter y sus ambiciones, sobre sus compromisos. Un relato que tiene como esqueleto su condición de mujer, y que se repite con cada política que en el mundo es o quiere ser algo.

En este momento del debate sobre el feminismo, es pertinente preguntarse si un hombre hubiese aceptado verse relegado a un segundo plano. La respuesta es unos sí y otros no. Pero el debate no va a parar de darse y en la izquierda no va a ser en esquema de cuota ni suplantación, sino sobre todo de cambios en la cultura política.

Repercusiones regionales de una derrota

La reacción de Bolsonaro, enfadado y virulento, es una señal más de la importancia de la derrota de Macri. Una victoria del Frente en octubre aislaría al reaccionario brasileño y potenciaría la demanda de que se libere a Lula. Evidentemente, Brasil tampoco es Uruguay.
De cara a norteamérica, este cambio de tendencia supone un balón de oxígeno para López Obrador en México. También dificulta los planes de Donald Trump, o al menos le abre un frente que daba por amortizado.

No se puede olvidar que esta semana la misión del FMI regresa a Buenos Aires. Renegociar las condiciones del rescate está en todos los programas electorales. Es previsible que se reunan con el Frente. Argentina, y en concreto el kirchnerismo, tienen experiencia en negociar y combatir con las instituciones rectoras del neoliberalismo. No obstante, existe el peligro de que la fórmula sea más sofisticada, combinando las tradicionales políticas de ajuste con lo que han aprendido en Grecia.

La izquierda no tiene margen, pero sí opciones

De las derrotas y de las victorias, de ambas ha habido en Grecia, la izquierda no tiene otra que aprender. Es obvio que tal y como está el mundo no hay margen para la satisfacción. Pero la izquierda tiene oportunidades, tanto de cara a marcar la agenda como en clave estructural y partidaria. No se puede despreciar la manera en la que, por ejemplo, Bernie Sanders ha relanzado la idea del socialismo democrático y ha desplazado el eje de debates y políticas hacia la izquierda. Jeremy Corbyn lidera el Partido Laborista británico. Desde Tony Benn ahí no había ni un suspiro de esperanza. La socialdemocracia y el liberalismo siguen cautivos, es cierto, mientras la ultraderecha se expande y tiene un plan. Pero la izquierda tiene proyecto y un inmenso capital humano.

Sobre las primarias, Eduardo Aliverti rememoraba en “Página 12” los resultados espectaculares de «Axel Kicillof –un militante de formación de izquierda que recorrió miles de kilómetros bonaerenses desde hace tiempo, en un Clío, a la uruguaya, mano a mano en clubes de barrio y asociaciones de fomento, en núcleos conservadores». La izquierda gana a la uruguaya o no gana. No son solo ideas, es trabajo, compromiso, organización.

Uruguay tampoco es Argentina

Puesta del revés la sentencia, «Uruguay no es Argentina», sirve para recordar al mundo que un país independiente de apenas tres millones de habitantes puede mantener encendida una cerilla que ilumine, en una oscuridad casi global, la voluntad de justicia, democracia e igualdad de cientos de millones de personas. Esa cerilla alumbra lo mismo a los voluntarios del Open Arms que a quienes visitan a los presos políticos este fin de semana. A todas las personas que trabajan por dar la mejor versión de sí mismas, de su gran o pequeño pueblo.

Como sentencia Pepe Mujica, «lo inevitable no se lloriquea. Lo inevitable hay que enfrentarlo».

Search