Davos apunta peligros pero carece de soluciones

Esta semana que comienza se celebrará en la ciudad suiza de Davos el Foro Económico Mundial. El lema elegido por los organizadores para esta edición ha sido “Globalización 4.0: configurando una arquitectura global en la era de la cuarta revolución industrial”. El título del evento no ofrece ninguna duda sobre cuál es en este momento la principal preocupaciones de la élite económica mundial.

El eslogan recoge una definición exacta de aquello de lo que precisamente adolece la globalización, de un marco general que contenga sus excesos y encauce su desarrollo. Cada vez es más patente que la actual arquitectura internacional se encuentra en una profunda crisis, en parte porque no responde a los retos actuales de la gobernanza global en un mundo cada vez más multipolar e interconectado; en parte por el repliegue de los líderes políticos hacia los problemas internos provocado, en gran medida, por los destrozos causados por la globalización neoliberal. Buena muestra de este giro hacia las cuestiones políticas internas es la ausencia de grandes líderes mundiales en el Foro, prácticamente con la única excepción de la canciller alemana, Angela Merkel, que se encuentra además a punto de ceder todas sus responsabilidades a su sucesora. Tanto es así que el mayor reclamo político con el que cuenta esta edición es el recientemente electo presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

Por lo demás el discurso oficial del Foro no se ha movido un ápice. Reconocen en sus documentos la creciente desigualdad y los cada vez más evidentes problemas ecológicos; incluso entre los peligros apuntan la salud mental y los desórdenes sicológicos. Pero la receta continúa siendo la misma de siempre: aprovechar la combinación entre sector privado y mercados libres para impulsar el crecimiento económico. Grandes informes para repetir diagnósticos ya conocidos y mucha innovación discursiva para defender las viejas políticas neoliberales.

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