EH Bildu se confirma como alternativa real a un PNV que debe entender el mensaje de hartazgo

Las encuestas habían identificado la pujanza de EH Bildu, pero se han quedado muy cortas en las dimensiones de este movimiento electoral. La coalición ha cosechado unos resultados espectaculares en los cuatro territorios de Hego Euskal Herria. De hecho, este es su mejor registro histórico. Ha vencido en muchos municipios, por ejemplo en Gasteiz, de la mano de Rocio Vitero. Con Maddalen Iriarte ha ganado en Gipuzkoa mejorando los resultados de 2011, cuando gobernó.

EH Bildu ha consolidado así su posición como alternativa al PNV, que obtiene unos resultados pobres, que le pueden permitir mantener importantes cotas de poder, pero que no pueden ocultar el desgaste que sufre. La gente está enfadada con su gestión y, muy probablemente, con la arrogancia de sus dirigentes.

María Chivite y el PSN aguantan el tirón y puede postularse a un segundo mandato. Sin embargo, no puede abstraerse de los resultados de EH  Bildu, especialmente en la capital, ni del rearme de la derecha en el Estado. Ferraz tendrá que valorar bien qué hace en Iruñea, donde permitir que gobierne la derecha ya solo favorece a la derecha, no solo en la capital sino en el Estado. Iruñea se ha ganado que su alcalde sea Joseba Asiron. El PSE también aguanta el tirón. Ni su alianza con el PNV ni la debacle del PSOE en el Estado le pasan una gran factura.

El unionismo democrático que surgió del 15M y confluyó con IU sigue sin un proyecto claro para este país. Sobrevive ensimismado en las trifulcas de la izquierda metropolitana. Debería recomponerse de cara a diciembre, y mirar más allá. No obstante, en algunos municipios vascos puede ser relevante.

UPN logra una victoria pírrica en la capital y poco más. Su aislamiento militante y la división de la derecha le empujan a un ostracismo que fía todo a la falta de coraje del PSN y a un cambio de ciclo en Madrid.

Para la derecha española estos comicios eran un ensayo de cara a las estatales de invierno. Y en el Estado les ha funcionado. Para ello, han manoseado a la sociedad vasca, pero los resultados de PP y Vox en tierras vascas siguen siendo marginales. Hay que mantener el pacto nacional para que siga siendo así.

Fin de un ciclo con un balance discutible

El EBB, en concreto Andoni Ortuzar e Iñigo Urkullu, deben reflexionar. Y dar explicaciones. Anoche prometieron hacerlo, pero su credibilidad está en horas bajas. Todas las decisiones que han tomado en relación a las candidaturas –por ejemplo, echar a Gorka Urtaran para poner a Beatriz Artolazabal– han dado unos muy malos resultados. La estrategia de seguir la rueda de Covite y poner tareas éticas a EH Bildu ha sido un estrepitoso error. Sus bases, la sociedad vasca, no premia ese estilo burdo y soberbio.

El sorpaso de EH Bildu es de tales dimensiones, que PNV y PSE pueden tener la tentación de enrocarse en su pacto general. La aritmética da para aprovechar la brecha entre votos y gobiernos, pero no va a ser fácil justificar algunas maniobras ni aguantar en algunos cargos con alternativas más legítimas y solventes. No es ético, y puede no ser inteligente.

Bases para un legado compartido

La institucionalización del país demanda una repensada. Los signos de agotamiento y decadencia son indiscutibles. El contexto estatal y continental no pinta bien. Los retos civilizatorios y de país exigen perspectiva, estrategias y liderazgos compartidos. Urgen soberanía y progreso.

Los resultados de ayer ofrecen un marco propicio para un ejercicio honesto. Pasada la euforia de la victoria y el escozor de la derrota, con serenidad, los partidos deben estar a la altura de la ciudadanía vasca y dar paso a una fase histórica bajo el principio rector de «todos los derechos para todas las personas».

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