El coste de la vida, otro peldaño más arriba

El comienzo del nuevo año suele ser un momento propicio para modificar los precios de bienes y servicios, las tarifas y un buen número de impuestos. La lista de cambios aprobada por el Gobierno este año es extensa. Destaca, entre otras cuestiones, que se mantienen los abonos gratuitos de Renfe hasta verano y los descuentos de hasta el 50% en los títulos de viaje del transporte urbano y metropolitano. Una decisión acertada que estimula el uso del transporte público, permite ahorrar en la compra de combustibles fósiles, reduce la contaminación y además beneficia principalmente a las familias con menos recursos.

Por otra parte, el Gobierno ha decidido volver a subir el IVA de los alimentos y de la electricidad. Suben, asimismo, los cargos de la electricidad y la tarifa de último recurso del gas. Las compañías de telefonía también han aprovechado para anunciar subidas en sus tarifas, así como Correos que, sorprendentemente, ha propuesto al organismo regulador alzas por encima del 8%. La referencia de la inflación no parece que signifique mucho para el operador postal. En general, las subidas de los impuestos a los alimentos se suelen justificar argumentando que la inflación en 2024 no ha crecido tanto como en años anteriores. Pero que los precios no hayan subido tanto no quiere decir que hayan bajado. Y esa es una diferencia sustancial, porque las nuevas subidas se van sumando a las antiguas, incrementando mucho el coste de la vida. En ese contexto, volver a elevar el IVA de los alimentos de primera necesidad, aunque solo sea dos puntos, es volver a cargar contra las personas con menos ingresos que, además, gastan la mayor parte de sus rentas en alimentación.

La reducción de ciertos impuestos y la bajada de algunas tarifas permitió aliviar la situación económica de las familias con menos recursos, pero nada se ha hecho para reducir el poder de mercado de las grandes corporaciones. Mientras no se ponga coto a los oligopolios y su capacidad para fijar precios, cualquier nuevo desajuste –real o imaginario– puede volver a provocar otra espiral inflacionista que volverá a poner el coste de la vida otro peldaño más arriba.

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