El eje franco-alemán vende humo

En su primera vista al exterior, el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, viajó a Berlín para entrevistarse con la canciller alemana, Angela Merkel. Un viaje de cortesía para simbolizar que el eje franco-alemán continúa en el centro de la construcción europea. Tras el encuentro, lanzaron mensajes positivos, tanto que se mostraron dispuestos a profundizar en la integración de la UE sin tabúes, y sugirieron incluso la posibilidad de reformar los tratados.

Sin embargo, antes de la entrevista, tanto Merkel como su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, expusieron los límites que tienen que superar las propuestas sobre la Unión Europea enunciadas por Macron durante la campaña electoral. Por una parte, Merkel afirmó que no iba a dar lecciones a Macron sobre lo que debía hacer. En realidad tampoco tiene que hacerlo: Macron, como el resto de mandatarios europeos, debe cumplir las normas existentes, básicamente el Pacto de Estabilidad. Y cuando las reglas tienen rango de ley, como es el caso, sobran las palabras. En el mismo sentido, y con respecto a la posibilidad de cambiar esas normas, el poderoso ministro de Finanzas alemán también fue directo al apuntar que cualquier modificación supone reformar los tratados, lo que exige la unanimidad de los 27 Estados de la Unión y, en algunos casos, también referendos. Difícil añadir más obstáculos con menos palabras a las tibias propuestas de reforma del nuevo presidente francés.

Los limites a la tantas veces mentada refundación de la Unión Europea están en los fundamentos del euro. Y no parece que nadie vaya a cambiarlos a corto plazo. La rígida posición política alemana continuará alimentando las desigualdades en el interior de la Unión Europea. Y ese empeño en salvar el euro en su actual configuración llevará finalmente a la Unión al desastre. No obstante, consciente del auge de las posturas euroescépticas, el eje franco-alemán se dispone a vender humo.

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