El excesivo poder de las grandes multinacionales

El Tribunal Federal de Justicia alemán falló a favor del propietario de un vehículo diésel de Volkswagen al que la compañía instaló un software que alteraba las emisiones. La resolución reconoce que los compradores de esos vehículos han resultado perjudicados por el engaño y obliga a la multinacional automovilística a indemnizar a los propietarios. El Alto Tribunal fija además los criterios a seguir para determinar la cuantía de la compensación. La sentencia fue bien recibida por Volkswagen, ya que considera que clarifica las pautas a seguir para fijar las indemnizaciones. Esto le permitirá abordar las 60.000 demandas que tiene pendientes por este fraude, conocido como «dieselgate».

Sin duda se trata también de una buena noticia para clientes y usuarios. Sin embargo, este fallo muestra la débil posición de estos frente al enorme poder acumulado por las grandes compañías. Han tenido que pasar más de cinco años de litigios para que se pueda dar por terminado el caso. La empresa ha aprovechado este periodo para cerrar acuerdos extrajudiciales con 235.000 clientes. En definitiva, mientras la Justicia decidía y los afectados perdían los nervios y el dinero en los tribunales, Volkswagen manejaba los tiempos e iba cerrando demandas separadamente. Todo ello ejemplifica la creciente capacidad de estas multinacionales no solo para defraudar a los clientes, sino también para ocultar los fraudes – a ver quién lo saca a la luz si puede suponer la pérdida de miles de puestos de trabajo–. Además pueden ahorrarse cuantiosas indemnizaciones cuando finalmente la trampa se hace pública. El fraude puede terminar siendo rentable, por así decirlo.

El escándalo del diésel deja dos cuestiones pendientes. Por un lado, la falta de procedimientos que den una respuesta ágil e igualitaria a todos los afectados en fraudes masivos. Por otro, el excesivo poder que acumulan las compañías «demasiado grandes para caer», algo que daña la economía y que urge poner bajo control democrático.

Search