Entre la venganza política y el despropósito judicial

El marco general que explica el juicio que comenzó a celebrarse ayer contra ex altos cargos del Departamento de Interior de Catalunya es el ánimo existente en los poderes del Estado de castigar a aquellas personas que en el momento álgido del proceso independentista, con la consulta del 1 de octubre de 2017 como hito principal, ostentaban algún puesto de responsabilidad en la administración catalana que estuviera vinculado a aquel ejercicio democrático. En este caso, se trata de quienes sin tener siquiera que secundar el objetivo del Govern –como insiste en destacar el mayor Josep Lluís Trapero– sí que lograron con su actuación poner a las fuerzas policiales españolas ante el espejo de su violencia.

Solo desde una lectura febril de la realidad política catalana puede sostenerse, como se ha llegado a afirmar, que los Mossos d’Esquadra iban camino de conformarse en una fuerza de choque para la consecución de la República. Era más bien al contrario, visto lo manifestado por los encausados. Sin embargo, la securocracia española mantiene una indisimulada ojeriza hacia quien encarnó en aquellos días una forma de ejercer la labor policial basada en la prevención y en la elusión del mal mayor, distante de la que protagonizaron quienes llegaron con alma de colono y con aquel bochornoso «¡a por ellos!» resonando en sus cascos.

Este juicio, por tanto, tiene mucho de venganza política, como lo tuvo el celebrado contra los líderes institucionales y sociales del procés, y como tiene la persecución por tierra, mar y aire de Carles Puigdemont. Con todo, a esa pulsión irracional se le suma en este caso el despropósito que supone haber iniciado la vista manteniendo la acusación de rebelión. Desde una lógica puramente procesal, insistir en esa imputación después de que el Supremo la desechara para los responsables políticos de los ahora juzgados, o cuando tribunales europeos la han descartado para el president, solo responde a la absurda lógica del sostenella y no enmendalla, tan inquisitorial como española.

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