Gasteiz mostró el camino a seguir ante la xenofobia

En sede parlamentaria, aunque haciendo caso omiso a la seriedad y el rigor que a esta se le presupone, el líder del PP de la CAV volvió a esgrimir ayer la Renta de Garantía de Ingresos para chapotear en el lodazal de la xenofobia, para avivar un fuego que cada día abrasa a millones de personas en todo el mundo. Javier de Andrés echó mano de la escaleta de su partido en materia de inmigración para señalar a un colectivo que forma parte legítima del tejido social de este país, muchas veces contra viento y marea. Mientras tanto, no muy lejos de allí, unos carteles de factura ultraderechista aderezaban con palabras más burdas pero igual contenido lo que se estaba diciendo en la Cámara legislativa.

Por supuesto, no son hechos aislados. Las posiciones reaccionarias están avanzando en Europa, con la migración como punta de lanza de una agenda que también se está asentando en Euskal Herria, así lo indica la última edición de Naziometroa. Un contexto terrible que pretende orillar cualquier conato de empatía con los más vulnerables y que las derechas buscan explotar por puro interés electoral. En esta tesitura, la petición de la alcaldesa de Gasteiz a la Policía Local para que investigue la colocación de los pasquines como delito de odio para su remisión a la Fiscalía, y la respuesta casi unánime de los grupos parlamentarios a las diatribas racistas del presidente del PP son una señal alentadora y una muestra de que algunas líneas rojas están bien asentadas. Mantenerlas donde están, sin embargo, es un trabajo diario.

Porque al racismo hay que responderle con sobriedad pero con total contundencia. Precisamente, la capital alavesa fue escenario en 2015 de un torbellino antirracista que pivotando sobre la iniciativa Gora Gasteiz llegó hasta el Consistorio y logró que Javier Maroto no lograra la alcaldía. Una mayoría social e institucional entendió que ni él ni sus posiciones ultras se merecían el cargo. El exalcalde, que acabó empadronado en Sotosalbos, Segovia, para proseguir su carrera política, entendió a su pesar que la sociedad vasca no está dispuesta a pasar por alto la xenofobia. Sus compañeros aún no han caído en la cuenta; para eso están las calles, los hemiciclos y las urnas.

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