Gaza refleja la bancarrota total de Occidente

Los últimos dos días el Ejército de Israel ha matado a 300 palestinos, 30 de ellos mientras esperaban a recibir ayuda humanitaria. Además de matar civiles indiscriminadamente, el Gobierno sionista continúa con sus atentados selectivos. El miércoles mataron con un dron en su propia casa al director del Hospital Indonesio, a su mujer y sus cuatro hijos, y a varios vecinos. Los crímenes de guerra no solo no se detienen, sino que ante cualquier rumor sobre un posible acuerdo de alto el fuego se intensifican. Todas estas supuestas treguas parecen cada vez más intentos de desviar la atención sobre el genocidio que Israel está cometiendo.

Un genocidio que solo es posible por el silencio cómplice de Occidente que a veces se convierte en justificación expresa. Cien periodistas de la BBC británica acaban de denunciar que han sido forzados a hacer de relaciones públicas de Israel. El cinismo de gobernantes y medios de comunicación solo es superado por el de sus empresas, que continúan haciendo jugosos negocios con el genocidio palestino. La relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, presentó ayer un informe sobre las empresas que están multiplicando sus ganancias gracias al apoyo que prestan al Ejecutivo israelí. Destacan las grandes tecnológicas (IBM, Microsoft, Palantir, Google, Amazon...) que proporcionan datos y programas de inteligencia artificial al Ejército, pero también hay otras como Airbnb y Booking que fomentan el «turismo de ocupación». El informe, además, menciona específicamente a la empresa vasca CAF que está construyendo un tranvía para unir los asentamientos ilegales de Cisjordania con Jerusalén este. Al hilo de esta denuncia, Amnistía Internacional solicitó ayer a los Gobiernos español y de Lakua que revalúen sus relaciones con la empresa mientras siga contribuyendo a la ocupación ilegal.

Esta semana Sidenor ha anunciado la suspensión de la venta de acero a Israel tras la petición de la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones, y de varios sindicatos. La presión social se erige como el instrumento más efectivo para frenar el genocidio ante la bancarrota política y moral de políticos,  medios de comunicación y empresas. 

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