La patronal marca el paso de la política económica

El recién elegido presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, pronunció ayer una nueva conferencia en Bilbo. El mensaje no ha cambiado sustancialmente respecto a anteriores intervenciones públicas: repite una y otra vez los mismos argumentos que muestran escaso rigor –que sí exige a los demás para elaborar los presupuestos del Estado, por ejemplo–  y desbordan ideología a raudales.

Garamendi reclama que en la elaboración de las cuentas públicas se ajusten los gastos y que no se sobrevaloren los ingresos, esto es, que se confeccionen con rigor. Una demanda un tanto improcedente toda vez que ni la ley ni la supervisión europea permiten que las previsiones de ingresos y gastos se hagan a la ligera. Además, parece que el presidente de la patronal olvida que los empresarios continúan exigiendo menos impuestos para luego echar en cara a la Administración pública que el 90% del empleo lo crean las empresas privadas. Evidentemente, si el Estado carece de recursos, tiene la obligación legal de priorizar la devolución de las deudas sobre cualquier otro gasto público y además se le impide, también por ley, que pueda contratar nuevos empleados públicos, es inevitable que su aportación a la creación de puestos de trabajo sea residual. Un argumento que visto desde otra perspectiva apunta a la responsabilidad empresarial en el paro: a fin de cuentas si los empresarios son prácticamente los únicos que crean empleo, la enorme cantidad de personas que todavía están desempleadas también serán responsabilidad de los empresarios. No es serio apuntarse el haber a su favor y dejar el debe en la cuenta común.

Garamendi confesó que a la patronal le gusta la estabilidad, por lo que se sienten «más a gusto» con opciones políticas moderadas. Una forma elegante de expresar sus preferencias conservadoras, lejos de las de la mayoría de la sociedad que, exhausta de malvivir entre tanta precariedad y austeridad, apuesta por otros horizontes. 

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