La UE está fallando ante una prueba de humanidad

Tras haber sido impedido su acceso a puerto por el nuevo ministro italiano de Interior, Matteo Salvini, el barco ‘Aquarius’ navega con 629 migrantes y refugiados rescatados por ONGs en el Mediterráneo. A diferencia del nuevo Gobierno español, que ha ofrecido Valencia como puerto, Malta tampoco ha querido responsabilizarse de la suerte de estas personas. Con esa decisión, el ministro de la ultraderechista Liga Norte ha dado paso al cumplimiento de una de sus promesas electorales más inflamables y que mejor ha capitalizado, a saber, el cierre de los puertos italianos a los barcos de rescate de refugiados. Antes, fiscales y políticos populistas criminalizaron esa actitud noble y solidaria tras acusar a las organizaciones de rescate de estar confabulados y trabajar codo con codo con los traficantes de personas migrantes.

La suerte del ‘Aquarius’ es un fiel retrato del fracaso colectivo y completo de una Unión Europea incapaz de gestionar una afluencia sin precedentes de hombres, mujeres y menores desesperados; de articular un proceso justo de asentamiento de refugiados entre los estados miembros.  La ausencia de una política migratoria humana que identifique cuáles son las obligaciones de los estados para con los refugiados, de canales legales abiertos para la migración; es una vergüenza continental. Las actitudes de muchos de los gobernantes no cambian, siguen utilizando el lenguaje de la amenaza, apelando a los más bajos instintos. Y a falta de unidad y política común, se recurre a atajos como la subcontratación de la responsabilidad sobre las personas desplazadas a países más pobres, que en muchos casos aboca a los refugiados a los abusos, las violaciones o el mercado de esclavos.

La deriva del ‘Aquarius’ es la de una UE en este tema estratégico. Es una prueba de humanidad y ha fallado. El vacío político y la ausencia de liderazgo global son desgarradores. Ni se mira al espejo, ni corrige sus propias acciones.

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