Las divergencias nacionales marcarán este tiempo político

Los comicios en Gran Bretaña han establecido mandatos democráticos claros para sus diferentes naciones y para un periodo histórico de al menos una generación. Seguramente para más de una generación. También se han podido detectar tendencias socioculturales generales a tener en cuenta por quienes buscan articular cambios sociales a través de las urnas. La victoria de Boris Johnson, un cínico y mentiroso compulsivo, es una señal preocupante para las fuerzas democráticas. La derrota de Jeremy Corbyn, un líder coherente pero atrapado en guerras ajenas y en un sistema corrompido, una llamada de atención para los socialistas de todo el mundo.

El Brexit, que no estaba en duda más que en las cábalas de algunos irresponsables o desinformados de fuera de las islas, ha polarizado la votación y ha sido refrendado sin margen al debate ni a la contemporización. Otra cosa es su implementación. De cara al exterior, los tratados tendrán complicaciones evidentes y la negociación comercial va a ser más dura de lo que han prometido los conservadores. La Unión Europea ha respirado aliviada en un primer momento, pero sigue siendo una estructura en crisis permanente y este proceso va a ser un test de esfuerzo. También afectará a las relaciones internacionales, con un reforzamiento del eje atlántico, a la espera de ver cómo afectan estos movimientos a la pugna electoral en marcha en EEUU. El manifiesto laborista tiene una conexión directa con los debates demócratas, por ejemplo en el Green New Deal. El socialismo democrático ha sufrido un golpe que puede tener réplicas. Distorsionar el diagnóstico sobre Gran Bretaña puede ser fatal para la izquierda a nivel global.

Sociedades divergentes
En clave «interna», la divergencia entre las sociedades inglesa y el resto, la escocesa, la galesa y la irlandesa, ha crecido exponencialmente, siguiendo pautas propias en cada caso. Cada vez es más evidente que la unión es una entelequia con fecha de caducidad.

El diplomático Jonathan Powell, poco sospechoso de ser catastrofista ni mucho menos favorable a los intereses republicanos irlandeses, explicaba en la BBC que estos resultados ofrecen la perspectiva de una Irlanda unida en el plazo de 10 años. De momento, la derrota del unionismo, por primera vez desde la partición de hace casi un siglo, intensifica el debate y lo lleva a otro estadio. Esto afectará a la dinámica política de toda la isla, en el norte trascendiendo con mucho la restauración de las instituciones y en el sur condicionando las perspectivas electorales. El irredentismo irlandés tiene más opciones que nunca de lograr sus objetivos republicanos, pero no es fácil acertar en tonos, alianzas y ritmos. Paradójicamente, las dinámicas nacionales sobre el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo ofrecen lecciones interesante sobre cómo ganar plebiscitos.

Gales, donde los laboristas caen pero mantienen la posición, los conservadores ganan puestos pero siguen lejos de remontar, y Plaid Cymru mantiene sus escaños, se establece como territorio resistente a la espiral reaccionaria. Los procesos irlandés y escocés, el debate laborista y la salida efectiva de la UE acelerarán su dinámica.

La aplastante victoria de los tories se topa con la muralla democrática escocesa. El choque entre mandatos de Londres y Edimburgo es inevitable e inmediato. Nicola Sturgeon ya ha dicho que va a demandar oficialmente un nuevo referéndum sobre la independencia, y Johnson ha asegurado que lo va a rechazar. La lucha por votar va a traspasar fronteras. Conviene prever cómo se recogerá esa ola democrática en Euskal Herria.

Construcción innovadora y ecológica

Es una de las sentencias que más repite el lehendakari Iñigo Urkullu en sus análisis de coyuntura: las sociedades española y vasca son cada vez más divergentes en sus visiones sociopolíticas. Sus voluntades democráticas, sus deseos culturales, sus ambiciones comunitarias caminan por veredas diferentes, en algunos casos en dirección opuesta. Todo indica que a él le preocupa, pero marca una tendencia muy positiva, vista la deriva autoritaria de España y su alternativa emancipadora vasca.

Joxe Azurmendi, a quien estos días se ha homenajeado en Donostia, defiende que una de las ventajas de no tener un Estado es que el «espíritu del pueblo» se puede construir precisamente desde abajo, sin necesidad de imponerlo por parte de un Estado incívico. Es buen momento para ahondar en ese ejercicio de construcción.

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