Macron sigue sin respetar el resultado electoral

Después de varias prórrogas en los plazos que se había autoimpuesto el presidente francés, ayer Emmanuel Macron nombró un nuevo primer ministro. En esta ocasión eligió al centrista Michel Bayrou, un bearnés que en la actualidad es alcalde de Pau. En su larga carrera política Bayrou ha apoyado varios presidentes, algunos de izquierda, otros de la derecha, con algunos de los cuales terminó enfrentado. Macron ha elegido un perfil centrista con el objeto de que pueda recabar apoyos a ambos lados del espectro político. Una opción bastante limitada, toda vez que el nuevo primer ministro también cuenta con enemigos en ambos lados del tablero.

Las reacciones a su nombramiento no se hicieron esperar. La extrema derecha de Marine Le Pen aseguró que de entrada no apoyará una moción de censura y le impuso las mismas exigencias programáticas que a su antecesor Michel Barnier. Apoyarle ahora para volver a dejarle caer, una sutil manera de mostrar quién manda. Con todo, el nombramiento de Bayrou busca sobre todo revolver las aguas del Nuevo Frente Popular (NFP), que fue la coalición que ganó las elecciones. De momento, La Francia Insumisa (LFI) anunció que presentará una moción de censura, que los ecologistas estarían dispuestos a apoyar, ya que el nuevo primer ministro no sale del NFP. Sin embargo, el Partido Socialista se ha mostrado más conciliador y, aunque seguirá en la oposición, está dispuesto a apoyar al nuevo primer ministro siempre que cambie el rumbo político en temas como las pensiones, el poder adquisitivo, la justicia social, los servicios públicos o la transición ecológica. Una posición similar a la de los comunistas, que son favorables a dar una oportunidad al nuevo gobierno.

Macron continúa sin aceptar el resultado electoral. Esta vez, además, ha elegido como primer ministro a un político que tiene todavía menos apoyos que Barnier en la Asamblea Legislativa, 36 frente a 47. Macron no solo desprecia la democracia, sino que prolonga la inestabilidad política con la intención de quebrar al NFP, pero sobre todo las políticas de justicia social que dieron la victoria al Nuevo Frente Popular.

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