Mandatos que son capaces de provocar cambios profundos

Hace cuatro años algunos de los mandatos con los que las fuerzas políticas vascas acudían a las elecciones eran más claros que los de hoy. No es que fuesen mandatos unívocos, ni mucho menos, pero sí eran más diáfanos, sin demasiado margen para la especulación. Tenían la fuerza del todo o nada. También la debilidad de poder quedar en nada.

Si repasamos, por un lado, estaban los grandes objetivos de echar al régimen corrupto y retrógrado de las instituciones navarras o parar los pies al xenófobo Maroto en Gasteiz. Eran cambios promovidos sobre todo por EH Bildu, porque Uxue Barkos hubiese jugado con el PSN y el PNV a punto estuvo de aceptar que gobernase Maroto. Por otro lado, los jelkides buscaban retomar el poder en Gipuzkoa al precio que fuese, estableciendo a su vez como doctrina general que EH Bildu no era un aliado para este ciclo. Podemos quería alzarse como el principal partido de la oposición en Euskal Herria, ser el interlocutor del PNV, aspirando votos de EH Bildu por un lado y del PSOE por el otro. La centralidad del tablero. El PP pensaba resistir en Araba, mientras PSE y PSN aspiraban a poco más que ser muleta de las derechas vascas, uno del PNV y otro de UPN, mientras en Madrid el partido se sumía en una crisis fatal.

Algunas de estas cosas ocurrieron y otras no. Lo cierto es que el país ha cambiado profundamente en este periodo. Hoy se abre otro ciclo institucional en pueblos, juntas, parlamentos navarro y europeo. Hoy, lo más importante son los resultados. Mañana, lo que se haga con ellos. Porque vencer es un término esquivo cuando dependes tanto de tus resultados como de los de tus aliados. Con todo, algunos de esos mandatos siguen vigentes. Y un mandato democrático claro siempre tiene capacidad para establecer una agenda propia, cambiar las cosas, marcar la diferencia, incluso entre personas.
 
Cambios que afectan a las personas

Hace cuatro años el PP utilizó la carta de la xenofobia porque tenía indicadores de que rentaba. Desgraciadamente, los resultados de Maroto confirmaron que en parte así era. La reacción de la sociedad civil de Gasteiz y la altura de miras de EH Bildu lograron no solo bloquear esa maniobra institucional, sino que vacunaron a la sociedad contra esa tendencia. No es, ni mucho menos, que la sociedad vasca no corra el peligro de reproducir esa xenofobia. Pero por ahora no hay margen para que esos discursos discurran por el carril central del país. Y eso mismo ha abierto el juego a una candidatura constructiva y vibrante como la de Miren Larrion. Incluso si pierde, Gorka Urtaran no ha dicho que no gobernará. El mandato que perdurará en ese caso será el original.

El PNV quería terminar en Gipuzkoa con la experiencia institucional más potente de EH Bildu hasta el momento, no se fuese a establecer como alternativa más allá del espacio municipal. Lo logró en parte, pero por lo demás el resultado ha sido decepcionante a todos los niveles. Prueba de ello es que Markel Olano y Joseba Egibar se han convertido en los políticos más estridentes de esta campaña. Lograron lo que querían y sin embargo, cuatro años después, aparecen enfadados, con quién y con los soberanistas de izquierda. Un mandato tan pobre como aquel tiene derivadas perversas como estas.

Hace cuatro años, el mismo día que el PNV ganaba en Donostia, EH Bildu lo hacía en Iruñea. Joseba Asiron sería alcalde junto a decenas de abertzales en otros tantos pueblos, y Uxue Barkos lehendakari. Quitando a los y las navarras, al resto de abertzales les costó darse cuenta, porque el PNV les convenció de que era más importante lo que fácilmente podía pasar en Gipuzkoa que lo más sorprendente que pudiera pasar en Nafarroa.

El régimen había caído tal y como lo habían previsto los independentistas. Ahora todo el mundo da por bueno este escenario, pero entonces no era así. Geroa Bai seguía pensando que había que integrar al PSN y lo intento de todas las maneras posibles. Cuatro años después, hay que creer a Uxue Barkos cuando dice que prefiere gobernar con la EH Bildu de Bakartxo Ruiz que con el PSE de María Chivite. Este sí es un cambio sustancial. Unos han desmontado sus prejuicios y le han demostrado su honestidad incluso en sus discrepancias, mientras los otros se muestran incapaces y clientelares.

Luego, llegarán los resultados y habrá que jugar con ellos. La política es eso, pero también es mucho más. Los mandatos democráticos potentes perduran y provocan cambios más allá de las legislaturas.

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