Palestina, rehén de políticas inhumanas

Ayer se cumplieron diez años de la toma del poder por parte de Hamas en Gaza, tras ganar las elecciones legislativas de 2006, triunfo que Al Fatah nunca reconoció. Desde entonces el cisma entre los palestinos ha ido agrandándose y la situación en Gaza deteriorándose. Al bloqueo se une desde el domingo el corte prácticamente total del suministro eléctrico que, además de poner en peligro la vida de enfermos crónicos y niños, está creando problemas en el abastecimiento de agua y en el saneamiento. Tanto las ONGs médicas como Amnistía Internacional y la ONU han denunciado que la situación humanitaria en Gaza se está torciendo dramáticamente.

Esta actuación se presenta como una iniciativa de la ANP, que ha reducido el pago a Israel por el consumo energético de Gaza, pero va acompañada de otras medidas como el recorte de los salarios de los funcionarios palestinos en Gaza en lo que parece un intento de ahogar a Hamas. En este contexto Israel trata de aparecer como mero ejecutor de las desavenencias entre palestinos. Sin embargo, la intensa actividad diplomática que ha desarrollado abriendo conversaciones sobre el tema con Egipto y la Unión Europea no casa con ese papel secundario. El corte de electricidad se produce, además, tras el bloqueo a Qatar ­–que se había convertido en uno de los principales apoyos de Hamas–, en lo que se puede interpretar como el despliegue de una estrategia más general destinada a doblegar a las autoridades de Gaza. En cualquier caso, sean cuales fueren los motivos resulta absolutamente inaceptable que se someta a las personas más vulnerables a un terrible sufrimiento por la falta de servicios básicos y que se tome a la población civil como rehén de esas maquinaciones.

Esta conducta inhumana sigue siendo posible porque medio siglo después la ocupación de Palestina se mantiene como prueba del fracaso de una comunidad internacional que, ante la división palestina, ha optado por el olvido.

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