Progreso es hacer cosas en un sentido correcto

Pedro Sánchez ha anunciado que pretende cambiar la política penitenciaria. Es coherente con la posición tradicional del PSOE, con la postura actual de PSE y PSN y con una amplia mayoría social vasca.  A la espera de que lo ejecute, es un avance y un logro. También es coherente con su deseo de posicionarse en el contexto europeo, donde Sánchez tiene previsto reunirse con Emmanuel Macron. Este ya ha adoptado medidas para el acercamiento de los presos vascos y el cambio de régimen carcelario, dentro de la interlocución abierta con la sociedad civil y los representantes institucionales de Ipar Euskal Herria. No es suficiente, pero no cabe minusvalorar lo que supone para las personas presas y sus familias, sin por eso dejar de demandar que la política se guíe por los derechos, no por la excepción.

Solo una candidez inusual puede hacer pensar que el Ejecutivo Sánchez es un Gobierno de cambio. Al menos si por cambio entendemos reformas estructurales en sentido progresista, cambios de carácter sistémico equivalentes a los que hace la derecha. Sin ir más lejos, como los que hizo el Gobierno del PP en temas vitales como Educación o Sanidad. Quizás, como mucho, Sánchez se atreva a revertir algunas de esas políticas, más algo de regeneración, alternancia y estabilidad. Sin embargo, no es lógico pensar que no va a haber diferencias, ni que estas no puedan ser relevantes para sectores y personas concretas. No solo en los temas vasco y catalán. La Sanidad universal, por poner un ejemplo real, afecta a miles de personas desamparadas y a los valores nucleares de un sistema político.

Si bien revertir algunas políticas de la derecha no implica cambios estructurales, ni mucho menos, despreciarlo sin más tampoco es particularmente de izquierdas. Afecta a las personas, que no es poco. Es además no ver que esos movimientos son efecto de la presión y la capacidad de poner a la sociedad en el lado correcto. Y limita una inercia nueva que ofrece opciones de aumentar esa presión.

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