Recuperar una visión emancipadora de Europa

La Administración Trump puso la pasada semana por escrito su doctrina de política exterior en una nueva Estrategia de Seguridad Nacional que tiene todos los ingredientes para convertirse en un documento histórico que servirá para explicar buena parte del devenir geopolítico de los próximos años. En resumen, EEUU renuncia explícitamente a la pretenciosa aspiración a gendarme del mundo y dibuja un globo tensionado por las fricciones entre las esferas de poder de China, Rusia y EEUU. Este esquema tiene una gran víctima, que es Latinoamérica, definida de nuevo como «patio trasero», y otra importante víctima colateral, la Unión Europea, para la que Washington reserva los dardos más envenenados de un texto hiperbólico y grandilocuente.

EEUU habla abiertamente del fin de la UE y deja tocada de muerte a la OTAN, una organización zombi en este nuevo esquema. De hecho, se manifiesta públicamente en defensa de la injerencia en procesos electorales europeos a favor de candidaturas de extrema derecha. Ojo, en un continente en el que se han suspendido recientemente elecciones por supuesta injerencia rusa (Rumanía). El documento no dice nada estrictamente nuevo, pero pone por escrito una estrategia que amenaza con llevar a Europa a sus posibilidades más oscuras. Es un game-changer tras el cual nadie puede seguir haciéndose el loco en Bruselas y las demás capitales europeas. Seguir jugando a portarse bien con Washington solo puede calificarse, en el mejor de los casos, de negligente o suicida.

La disrupción es tal que pone a la izquierda transformadora europea en una tesitura cuanto menos extraña. ¿Hay que defender de repente a la Unión Europea? Desde luego, la actual arquitectura comunitaria elitista, antidemocrática y neoliberal, consagrada a la libre circulación de bienes y capitales en detrimento de la aspiración igualitaria de países, pueblos y personas, no es el remedio para los problemas del presente. Es más bien una de sus causas. Pero el repliegue abanderado por la extrema derecha no va a ser mejor. Urge desempolvar viejos lemas sobre otra Europa posible y articular discursos, alianzas y mayorías emancipadoras que la hagan factible.

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