Redes sociales, lo cotidiano desconocido

Global Web Index ha publicado un estudio sobre el uso de internet. Entre sus datos destaca que el 98% de los usuarios digitales utiliza las redes sociales, con un promedio de 8,5 cuentas, lo que apunta a un variado espectro de interacciones. El estudio constata asimismo algunos síntomas de saturación. En algunos países ha empezado a disminuir el tiempo diario que la gente emplea en atender sus cuentas, a excepción de los jóvenes. El trabajo apunta a un mejor uso, sin embargo, considerando el amplio abanico de trucos de las plataformas digitales para llamar la atención. Tal vez el cansancio se deba al aburrimiento por reiteración.

Otro aspecto reseñable es el uso que se hace de las redes sociales. En teoría creadas para interactuar con amigos y conocidos –esta continúa siendo la función más importante–, en la práctica se han convertido en una herramienta para la información y el seguimiento de noticias. Hasta el punto de haber desbancado a la prensa online y a la prensa escrita por tiempo utilizado. Esto ha provocado algunos efectos indeseados e incluso perniciosos, como la difusión de información de escasa calidad, cuando no directamente falsa. Asimismo, ha profundizado la crisis de los medios de comunicación que, con mayor o menor éxito, continúan adaptándose a la influencia de las redes, al poder de esas empresas y a su naturaleza parasitaria.

El entretenimiento es otra de las actividades más populares. Una distracción a mano en cualquier momento, que ha abierto la puerta a utilizar las redes sociales como plataforma publicitaria o de compras. Algo posible por la ingente cantidad de datos que acumulan y que han destapado dos cuestiones de alcance. Por un lado, la deficiente regulación sobre la propiedad y el acceso a los datos personales; y por otra, la falta de control sobre los algoritmos que elaboran esa información. El uso político que hizo Cambridge Analytica de esa información puso de relieve los riesgos de unas plataformas sociales que en realidad son poderosísimos monopolios.

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