Terminar de una vez por todas la guerra en Ucrania

Faltan diez días para que se cumpla el tercer aniversario de la invasión rusa de Ucrania y nunca en este periodo ha existido un momento más propicio para una negociación, un alto el fuego y, quizás, un acuerdo de paz. Es una noticia magnífica y, sin embargo, no conviene pecar de ingenuos. Donald Trump ha decidido poner en marcha su plan para la región, que no es Ucrania sino Europa y Rusia, dentro de su estrategia para establecer unas nuevas normas en las relaciones internacionales y comerciales. El objetivo declarado es que primen ante todo los intereses de EEUU, en general, y de sus oligarcas aliados, en particular.

No es fácil prever un proceso de paz de la mano de la Administración Trump. La diplomacia no es su atmósfera natural, sus ritmos no son los del consenso y sus fórmulas no responden a la cooperación internacional. Sus beneficios, lo que espera ganar EEUU en Ucrania, aunque adquieran formas y especias contemporáneas –tierras raras en esta ocasión–, se corresponden con los que tradicionalmente ha cosechado el imperialismo estadounidense: expolio de riquezas naturales, venta de armamento y subordinación política. Precisamente, la falta de soberanía estratégica de Europa respecto a la potencia atlantista es una rémora una vez que comienza un proceso así. La batalla con China por la hegemonía global es el telón de fondo de todas las frenéticas maniobras de Trump. En todos esos frentes rigen el autoritarismo y una visión profundamente antidemocrática, algo que debería preocupar a todas las personas y movimientos que en el mundo luchan por la emancipación, la justicia y la soberanía.

La negociación debe estar enfocada a lograr una paz justa, estable y duradera, desde la conciencia de cómo se han violado todos los acuerdos previos y se han roto todas las normas básicas de las relaciones internacionales, incluidas las bélicas. Salvaguardar los principios del derecho internacional no va a ser fácil en este contexto, y pueden darse precedentes peligrosos. Se debe revertir asimismo la amenaza nuclear, elemento muy grave y distintivo de este conflicto. Con todas las dificultades, es hora de defender el diálogo y la paz.

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