Fermin MUNARRIZ
DONOSTIA
Entrevista
Koldobika JAUREGI
ARTISTA

«La imagen recoge dos elementos, pero son el mismo; el hacha es también árbol»

Koldobika Jauregi (Alkiza, 1959) es el autor de la poderosa imagen ‘Aizkora eta arbola’ que ilustra el número especial que GARA llevará este domingo a los quioscos y que ha sido realizada expresamente como evocación del proceso de desarme unilateral y voluntario de ETA y del nuevo tiempo que se inicia con ello. Jauregi es uno de los artistas vascos más relevantes y de mayor proyección internacional. Compagina diversas disciplinas y dispone de obra permanente en prestigiosas pinacotecas y numerosos espacios públicos.

Desde el origen de la humanidad, el arte ha sido, también, un vehículo para narrar los grandes acontecimientos de una comunidad, de la historia. Con la capacidad extraordinaria, además, de evocar con una imagen épocas o procesos complejos. Por esta razón, GARA invitó a Koldobika Jauregi a representar de manera visual la oportunidad histórica que se abre para el pueblo vasco con este nuevo paso en el proceso de superación del conflicto. Esta es la conversación que hemos mantenido para comprender mejor una obra que el artista ofrece a la sociedad para hacerla suya.

¿El desarme de una organización armada, en su dimensión histórica, es motivo de arte?
Uno de los grandes motivos del arte es el propio hecho de la violencia. El caso más conocido es el ‘Guernica’ de Picasso, pero me vienen otros como ‘La rendición de Breda’ de Velázquez, ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’ de Goya... Incluso ‘El grito’ de Munch entraría en la órbita de la violencia. Muchas expresiones de arte están relacionadas con la violencia; con la violencia política, por supuesto.

¿En qué radica ese poder del arte para evocar un acontecimiento histórico o una época?
El arte, cuando está integrado socialmente, lanza una mirada sobre la sociedad e intenta, con muy poco, hablar de los temas que le conciernen. Uno de los triunfos del ‘Guernica’ no es tanto que hable de la guerra, sino que los términos en los que habla son inteligibles. Son visualmente muy potentes, pero fáciles de ver. En pocos datos está la guerra. La clave es simplificar y estar integrado. Una vez que el colectivo lo digiere, lo hace suyo. Entonces es realmente cuando tiene interés el arte, cuando la gente lo hace suyo...

¿Con qué se va a encontrar el receptor de la obra que ha creado en torno a este hecho?
He tomado el símbolo del hacha por la relación con los aizkolaris y la forja del hierro, pero mi pretensión es que ese elemento pueda ser parte de algo nuevo. Siempre se dice que el árbol cedió su madera para hacer el hacha, pero nunca hay una especie de retorno y yo quería profundizar en esta idea. Quería que ese mango reverdeciese de alguna forma porque en Euskal Herria tenemos un gran árbol en la tradición, el árbol de Gernika, que para mí es más interesante que la propia ikurriña.

La imagen es una reivindicación de ese árbol en torno al cual las Juntas y las personas se reunían para hablar y dialogar. Por eso he unido el hacha con el árbol de Gernika.

¿Hacha y árbol son también, de alguna manera, una metáfora de nuestra historia?
Sí. Cuando pensaba sobre este extremo recordaba a un amigo pintor que falleció, al que una vez le pregunté qué es un vasco. Y decía: «Un vasco peleando contra otro vasco». Tenemos esos dos extremos, y posiblemente eso no nos ha ayudado nada en las últimas décadas. Pero también es un conflicto que empieza en Gernika, en la guerra civil, un conflicto mal solucionado, mal llevado, que genera lo que ha generado.

La imagen recoge dos elementos, pero también son el mismo. Es el mismo tronco social del que parten los dos, eso es indisoluble. En la forma en que se presenta, el hacha no puede cortar el árbol. Es también árbol.

¿Por qué en blanco y negro?
Por varios motivos: porque me gusta mucho; porque es muy simple y fácil de reproducir; y porque uno de los elementos que más utilizo es el carbón y este tiene que ver con el fuego, con la fragua, con la transformación de los materiales, con la propia fusión de la madera y el hierro a través de la alquimia. También las pintadas empiezan con un trozo de carbón sobre una pared.

El desarme supone también un hito simbólico para las nuevas generaciones. ¿Nacerán frutos de ese árbol? ¿Surgirán nuevas oportunidades para la sociedad vasca, liberará energías contenidas, creará a fin de cuentas otra manera de vivir...?
Indudablemente, eso tiene que pasar. Pero no estoy tan seguro de que la clase política sea suficientemente madura como para entender en qué situación estamos. Me refiero a los partidos políticos. Yo me considero un disidente. Hace años se habló de una tregua de ETA y me preguntaron sobre la violencia; yo contesté algo que he mantenido a través del tiempo: estoy seguro de que ‘los bárbaros’ van a dejar las armas, de lo que no estoy tan seguro es de qué van a hacer ‘los civilizados’ con las suyas. Eso sigo planteándolo hoy en día; para mí, este es un conflicto no resuelto. Estos dejan las armas pero hay esa violencia estatal que a mí me gustaría también que cesase.