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¿Del boomerang al arma nuclear? Australia abre el debate

Enfrentada al centenario aliado estadounidense cada vez más imprevisible y fiable, y a una China cada vez más amenazante y desacomplejada, que no esconde sus ambiciones supremacistas en el Océano Pacífico, Australia ha abierto el debate de dotarse de una fuerza de disuasión nuclear.

Más de 200 ensayos de armas nucleares se han realizado en el mundo. (AFP)
Más de 200 ensayos de armas nucleares se han realizado en el mundo. (AFP)

Las antípodas tienen una tensa relación con la opción nuclear. En el fin del mundo distante, Nueva Zelanda, que vio cómo cerca de su territorio marítimo en el Pacífico Francia experimentó y ensayó con sus armas nucleares, se posicionó hace años como un país libre de armas nucleares -y biológicas–.  Y restringió el despliegue de armas nucleares en sus proximidades.

Australia, que vio cómo Gran Bretaña probó sus armas nucleares en su territorio, en concreto en el polígono de ensayos de Maralinga, hoy altamente contaminado por la radioactividad, llegó a plantearse la opción de sumarse al club del arma nuclear. Sin embargo, cómoda tras el paraguas protector de EEUU, decidió aparcarlo.

EEUU le ha dado durante más de un siglo garantías de seguridad que parecían a prueba de bombas. Y gracias a sus exportaciones de materias primas hacia China, ha conocido 28 años consecutivos sin recesión económica. Este equilibrio ha sido fructuoso para Camberra. Pero la guerra comercial entre China y EEUU, la posibilidad de que con un solo tweet Trump haga saltar esa balanza y la modernización del Ejército Popular chino que ha emprendido Xi han hecho vacilar esa posición australiana.

«Lejos de ser un agujero perdido estratégico, Australia está claramente en primera línea», afirma Malcolm Davis, analista del Instituto australiano de Política Estratégica y consejero del Ministerio de Defensa. Y hace un llamamiento a repensar la defensa del país.

En un libro reciente titulado ‘¿Cómo defender Australia?’, evoca cuestiones complejas de autonomía estratégica y deja una pregunta directa: ¿qué pasa con las armas nucleares?

Según sus tesis, «el costo estratégico de renunciar a las armas nucleares en la nueva Asia podría ser mucho mayor de lo que ha sido hasta ahora». Pero toda disuasión, aunque fuera limitada, tendría enormes costos económicos, políticos, diplomáticos y sociales. Australia debería salirse del Tratado de no proliferación nuclear y eso irritaría mucho a sus vecinos.

Las últimas informaciones han revelado que Australia estudia discretamente desde hace años la oportunidad de disponer de la disuasión nuclear y trabaja ya sobre calendarios concretos. Y es que en el lobby securócrata australiano está muy enraizada la idea de que, sin garantías sólidas de EEUU, la sola amenaza de un ataque nuclear de China obligaría a Australia a capitular en una guerra convencional.