Aunque han pasado ya más de veinte años desde que la construyeron, ayer pisé por primera vez la donostiarra plaza de toros de Ilunbe. No se trata de un repentino furor de afición a la tauromaquia, no. Es simplemente que tuve que ir a que me pusieran la primera banderilla de Pfizer. Al fin, el coso taurino, que ya ni siquiera lo es, porque han eliminado hasta la arena, ha servido para algo de provecho, mas allá de ser anfiteatro de un espectáculo de tortura para bravos animales. Así que aquí estamos, a la espera de conseguir la ansiada inmunidad de rebaño.La contemplación de la obra con su bóveda móvil para casos de lluvia me dejó con los ojos haciendo chiribitas. Algo así como los que desde un tiempo a esta parte luce el lehendakari Urkullu. No sé si se le han puesto así viendo las cifras de la covid-19 en la comunidad que preside, entre las peores de Europa o, si como dicen algunos, se ha sometido a una operación de cirugía estética para estirar la piel y eliminar ojeras. Carrocería que diría «El Campechano», pero lo cierto es que me recuerda a un compañero de colegio al que malévolamente todos llamaban «el Sapo».Con ojos de asombro también se queda uno cuando lee los despropósitos derivados de lo que quiso ser sede de la Eurocopa en Bilbao. No nos engañemos, lo que estaba preparándose era que Bilbao, San Mames, fuese la sede de la selección española de fútbol. Así que lo ocurrido es lo lógico: que se la han llevado a Sevilla, que es España. Allí en junio jugarán calentitos. Resulta indignante que cuando seguimos aún sin conseguir algo tan popularmente sentido como las Euskal Selekzioak, las instituciones presididas por el PNV se afanen durante nada menos que ocho años en acondicionar infraestructuras para que Bilbao fuera la sede de «La Roja». Y encima despilfarrando cantidades millonarias, según estamos sabiendo ahora, que es cuando dicen lo que van a reclamar cuando les han dejado con el culo al aire. ¿Quienes son los responsables políticos de semejante derroche? ¿Pondrán la pasta de su bolsillo?