Amparo Lasheras
Amparo Lasheras
Periodista

El otro lado de Dylan

Dylan posee un lado oscuro, ambiguo y calculador que convive con el icono idealista, rebelde y popular de sus canciones

El que Bob Dylan haya vendido los derechos de todo su patrimonio musical a la todopoderosa Universal Music es una de esas noticias que le dejan a una perpleja, con la sensación de que algo de los nuevos tiempos nos ha traicionado. Sus canciones, poemas que pasaron de la bohemia del Village neoyorkino al Premio Nobel Literatura, han narrado la vida como si fueran modernos romances y han convertido la existencia cotidiana en la épica espontánea y popular de gente corriente que nace, camina, recuerda, trabaja, sueña, ama, se droga, sufre, llora, ríe y algún día muere.

Hay poetas y músicos que dicen que las obras que escriben o componen dejan de ser suyas en el momento en que los demás las recogen y las incluyen en la historia de su vida. Si esto es cierto, y no una frase de marketing, el gran y anónimo público que durante años ha sentido su música, tiene ciertos derechos sentimentales sobre  esa propiedad cultural que ahora Dylan ha privatizado, vendiendo sus derechos a Universal Music.

Aunque ninguna de las dos partes ha revelado la cuantía que la Universal pagará a Dylan, los más informados aseguran que sobrepasará los 300 millones de dólares, una cifra que tal vez no cambiará las costumbres del siempre misterioso señor Robert Zimmerman, es decir de Bob Dylan.

Howard Sounes, autor de la biografía más completa de Dylan, cuenta en su libro ("Bob Dylan. La biografía") que a pesar de ser «tremendamente rico, por voluntad propia, vive como un gitano, pasando más tiempo de gira que en ninguna de las diecisiete propiedades que posee alrededor del mundo». Extravagancias, aclara Sounes, de un genio «excéntrico y solitario, mascarón de proa de la contracultura».

Leyendo a Sounes es fácil darse cuenta de que Dylan posee un lado oscuro, ambiguo y calculador que convive con el icono idealista, rebelde y popular de sus canciones.

Cuenta Joan Baez que cuando le preguntó, en 1963, en plena  campaña antibelicista, por qué había escrito "Masters of Ward", le contestó con un escueto, «simplemente porque creía que iba a venderse bien».

A veces resulta muy decepcionante comprobar que aquellas ideas y palabras que nos emocionan también se escriben y conviven junto al símbolo del dólar.  

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