Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Alma

El castillo de naipes de un orden internacional ficticio, sesgado y vidrioso se desploma sobre nuestras conciencias al son de los himnos marciales. Y aparece el miedo, potente motor.

Todo apunta a una crisis global de una profundidad sin precedentes. La concatenación, sin solución de continuidad, de desafíos extremos a los que se enfrenta el cansado capitalismo tardío que nos ha tocado vivir hacen presagiar un proceso disruptivo global, que el pensamiento dhármico bien explicaría a través del karma.

Pero busquemos razonamientos más elaborados. En la dialéctica entre Sigmund Freud y Carl Jung, me seducen más los planteamientos del suizo. Destaco una línea: la razón crítica ha hecho desaparecer el sentido de la trascendencia y el individuo moderno solo se identifica con su parte consciente. Este es, de hecho, el germen del nihilismo, el convencimiento de que la existencia humana no tiene ningún finalidad trascendente alguna; y de su expresión dominante: el hedonismo, que niega cualquier sentido a la vida más allá del puro disfrute. De su peor versión ha bebido con ansia el capitalismo, sistema perverso que hace del consumo principio y fin de cualquier realidad individual y colectiva.

En esos parámetros, la guerra nos sitúa frente al espejo del caos existencial que nos acecha. Mientras Putin trata de resucitar la gloria de un imperio a través de las inmensas reservas del litio ucraniano, ése sobre el que pivota sin remedio el nuevo orden tecnológico neoliberal global, el cínico mundo occidental hace encaje de bolillos para digerir la inacción generalizada ante los horrores bélicos. La amenaza nuclear, la dependencia del gas, las tensiones geopolíticas, la pena de Murcia... El castillo de naipes de un orden internacional ficticio, sesgado y vidrioso se desploma sobre nuestras conciencias al son de los himnos marciales que ya retumban por doquier. Y aparece el miedo, potente motor.

Nada ocurre por mera casualidad –volvemos así al karma– y el caos es solo la expresión de un orden que todavía no conocemos. Por eso nadie tendría que quedarse al margen en este nuevo tiempo que se anuncia y quizá debamos probar con la física cuántica: la realidad es un campo de potenciales posibilidades infinitas, dice. Toca explorarlas, porque «el alma no es un problema personal, sino del mundo». Jodido Jung...

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