Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Cornelia

La única manera de salir del oscuro laberinto en el que nos hemos metido a nosotros mismos y a nuestro planeta es reducir el consumo de forma drástica.

A los pies de su montura, los cadáveres aún calientes de una panda de desalmados. Por delante, una senda de polvo. Cornelia Locke (Emily Blunt en “The English”) coge aliento y tono trascendente, a punto de partir hacia el horizonte: «La diferencia entre lo que quieres y lo que necesitas es lo que puedes subir a un caballo». Antes de seguir, me permito recomendar esta serie de Hugo Blick (también responsable de “The Honourable Woman”), con banda sonora de Federico Jusid.

A lo que iba. Apenas hemos superado el Black Friday, joven pero enérgico exponente de la exhortación al consumo sin freno, todavía nos quedan por delante los tradicionales festejos pascuales. Es tiempo de gastar, de afilar la tarjeta hasta dejarla como el papel de fumar, de exprimir la nómina y la paga extra (si la hubiere) para regalarnos de opulencia y sucumbir a la lujuria de los manjares que causan gota y otros males peores. «Se acabó la miseria», pensamos mientras nos encomendamos a los niños de San Ildefonso.

Cada Navidad la misma receta adulterada de ilusiones falsas y satisfacciones efímeras. El mismo mantra de capitalismo en estado puro con el que tratamos de escapar sin éxito de la rutina de una vida de sacrificios materiales e inmateriales. El mismo disparate con la cuesta de enero como inevitable y helado baño de realidad. Porque, como dijo el sabio, «locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes».

A ver, puede que me esté pasando. Puede que se me haya ido la mano. Pero también puede que debiésemos tentarnos la ropa antes de fiar nuestra ansiada felicidad exclusivamente a las veleidades de un consumo excesivo e injustificado. No estamos en el oeste, no tenemos caballo, pero Cornelia acierta. La única manera de salir del oscuro laberinto en el que nos hemos metido a nosotros mismos y a nuestro planeta es reducir el consumo de forma drástica. Quizá no de hoy para mañana, pero sí con la suficiente urgencia como para que en estas Navidades seamos un poco más consecuentes que las pasadas.

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