Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

«Tenebrae, desolatio»

La escalada de tensión en Ucrania sirve a algunos de los principales actores políticos de esta tragicomedia para aliviar sus respectivas tensiones internas.

De un tiempo a esta parte, vivimos permanentemente instalados en el estupor, sumidos en un profundo y continuado desasosiego que parece no tener final. La inquietud, cuando no la ansiedad, dominan nuestra existencia cotidiana y van camino de convertirse en una suerte de estupefaciente destructivo que amenaza con minar nuestra salud mental.

Cuando todavía no hemos superado el pánico a la pandemia, con inasumibles e inaceptables cifras diarias de fallecidos, se nos viene encima el anuncio de una guerra. ¿Sería mucho pedir que los desastres, las desgracias, se nos administren, al menos, de una en una? ¿No sería posible mantener la calma una temporada, digamos, por ejemplo, hasta que nuestro cerebro sea capaz de regenerarse para afrontar los retos de un nuevo desafío apocalíptico? Se ve que no. Se ve que la estupidez del ser humano es solo comparable a su innata tendencia a la autodestrucción. Que quienes, por delegación o usurpación, se encargan de escribir los renglones de la historia, se revelan una y otra vez incapaces de superar complejos, vanidades y soberbias individuales y colectivas para evitar a toda costa conflictos artificiales como los que ahora nos toca sufrir.

Sin entrar en el fondo de la cuestión, si es que realmente existe más allá de los espúreos intereses de esa rancia pero poderosa factoría militar que recuerda con nostalgia los lucrativos tiempos de la guerra fría, es evidente que la escalada de tensión en Ucrania nos sitúa en un escenario prebélico insostenible e injustificable, pero que, eso sí, sirve a algunos de los principales actores políticos de esta tragicomedia para desviar el foco y aliviar sus respectivas tensiones internas.

La desolación recorre las congeladas calles de ciudades y pueblos ucranianos. Unos preparan refugios, otros se pertrechan para escenarios de máxima violencia y la mayoría subsiste como puede a la angustia que provoca la amenaza de una invasión auspiciada por los obscenos juegos de la geoestrategia militar. Y, mientras tanto, Boris Johnson hace footing en calzoncillos por las calles de Londres, Joe Biden lidia como puede con las astracanadas de Donald Trump y Vladimir Putin juega al Risk montado a caballo y sin camiseta.

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