La escalada de tensión que se vive en el mundo ha llevado a algunas voces a alertar sobre la posibilidad de que se desate una tercera guerra mundial. Entre esas voces, probablemente una de las más autorizadas en el ámbito intelectual sea la de Noam Chomsky. «Nos acercamos al punto más peligroso de la historia de la humanidad», haciendo referencia a un cóctel fatal: crisis climática, tensiones nucleares y declive de la democracia. Cualquiera de estos ingredientes, por sí solos, tienen la capacidad para hacer desaparecer la civilización, tal y como hoy la conocemos. La combinación de los tres podría ser fatal. Definitiva.Fue otro escritor de gran peso en el pensamiento moderno, George Orwell, quien acuñó el término «Guerra Fría» hace ya ochenta años. Entonces, finalizada la segunda gran guerra, el mundo se dividió en dos bloques enfrentados de forma irreconciliable en los ámbitos político, ideológico, económico y militar. Comunismo y capitalismo mantuvieron un pulso por el control geopolítico del planeta, con picos de estrés que hicieron temblar a la humanidad ante la posibilidad de una escalada que desembocase en un escenario bélico de destrucción global. Han pasado muchas décadas, y aunque el clima de presión al que hace mención Chomsky es muy elevado, el contexto ha cambiado. No parece probable que se materialice un conflicto militar de características globales. No solo porque han saltado a la escena nuevos actores, auténticos pesos pesados como China o India, sino porque el guion de la historia en el siglo XXI lo escriben en realidad los libretistas designados por un conglomerado formado por fondos de inversión, gigantes tecnológicos y grandes corporaciones. Y a estos no les interesa un escenario que rompa las cadenas de suministro, ponga en riesgo el sistema financiero y aborte la vorágine de consumo. Pueden tolerar conflictos limitados, focos localizados de guerra e incluso tensión extrema en ámbitos como la información o la ciberseguridad, pero necesitan un marco de estabilidad para garantizar sus negocios. Podemos seguir durmiendo.