Arturo Puente
Arturo Puente

Turquía gana

Turquía ha ganado, con todo lo que supone que un régimen como el de Erdogan adquiera un rol protagonista en el mundo. Ningún estado que viola sistemáticamente los derechos humanos debería tener tanto poder.

No son las bonitas fotos en el Museo del Prado, ni la buena organización, ni los golpecitos en la espalda entre líderes mundiales lo que quedará de esta cumbre de la OTAN. Estas cosas solo se miden así ante una opinión pública que prefiere no asumir la irrelevancia internacional de su país. En la historia, y en el día a día que nos espera a partir de ahora, lo importante son los acuerdos, los tratados y los pactos tácitos que se alcanzan bajo la mesa y que dictan qué lógica política imperará desde este momento.

De la cumbre de Madrid salen tres cuestiones relevantes. Por una parte, el regreso de Rusia por la puerta grande como el malvado mundial, un papel para el que ha hecho méritos sobrados pero que nos retrotrae a una óptica bipolar que encaja mal con la realidad de este siglo. Por otro, el señalamiento directo de China como una amenaza para Occidente. Cuestión controvertida para algunos países europeos pero que EEUU ha impuesto y que seguro generará tensión con el gigante asiático. Ya veremos si está bien calculado.

La tercera cosa que quedará para la posteridad es la ampliación de la Alianza en Suecia y Finlandia, un proceso en el que Turquía ha acabado teniendo la llave. Erdoğan ha usado su veto para conseguir cesiones de los países de la OTAN, lo que supone entre otras cosas dejar solos a los kurdos, convertir a los migrantes de la frontera sur en potenciales amenazas militares (con Melilla aún fresco) y consolidar a la sangrienta autocracia turca como el gran centinela del Mediterráneo y de la estabilidad en Oriente Medio.

Turquía ha ganado, con todo lo que supone que un régimen como el de Erdoğan adquiera un rol protagonista en el mundo. Ningún estado que viola sistemáticamente los derechos humanos debería tener tanto poder. Con la victoria turca se empaña cualquier discurso sobre la necesidad de preservar las democracias y se contradicen las razones éticas que obligaban a plantarse ante Putin. Claro que está bien combatir esta Rusia. Pero en ningún caso debería hacerse de la mano de esta Turquía.

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