Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Gamonal y a reventar

«Esto es genial, esto es cojonudo, cinco picoletos a tomar por culo; tuercas, piedras, cohetes, gasolina: todo vale contra la Policía». La letra de «A por ellos», del Trono de Judas, es uno de los himnos para una generación en Iruñea y no he podido dejar de escucharla durante la última semana. Resulta paradójico que este grupo, que colgó las guitarras en el último Hatortxu Rock, tenga otra canción cuyo título se asemeja mucho al del barrio burgalés de Gamonal, ubicado en el centro del universo movilizador al menos durante siete días. Sutiles versos como el de aquella canción podrían haber sonado perfctamente en la calle Vitoria, del mismo modo que podrían haber sido incluidos en bandas sonoras amplias como la de la batalla contra el parking de la plaza del Castillo o durante desalojos como los del Euskal Jai o Kukutza.

Ahora, con el proyecto especulativo ya en el baúl de la historia, vuelvo a escuchar la cancionzaca sin poder contener la sonrisa y consciente de una cosa: lo que enseña Gamonal, como ya lo hicieron hace bien poco los basureros de Madrid, es que salir a la calle gana batallas. Y a esto añado otra reflexión: que existe una progresiva aceptación al otro lado del Ebro de que el estrechísimo margen de lo que cualquier periodista definiría como «manifestarse pacíficamente» se ha usado en demasiadas ocasiones como el corsé que permitía el «derecho a la pataleta» pero no como desafío real que permitiese el cambio. Desde mi papel de cansino pepito grillo de entrelíneas no puedo evitar una pequeña rabia a la hora de constatar que la renovada fascinación por las capuchas en el Estado es proporcional al número de condenas hacia sabotajes en Euskal Herria pronunciadas por quienes, ahora sí, no ven con malos ojos un poco de jarabe de palo como fórmula de autodefensa.

Cuestiones de tripas al margen, voy al lío. Ni onanismo romántico con la confrontación directa ni infantilismo ingenuo que nos lleva (solo) a poner la otra mejilla. Obviamente, el hecho en sí de las barricadas no es condición «sine qua non» para la victoria. Como señalaba el otro día Ignacio Escolar, parafraseando a Noam Chomsky, la violencia no surge de la nada. Pero es también revelador comprobar cómo comentaristas alejados de cualquier «connivencia (si es que esta palabra no ha perdido ya todo su significado)» reconocen estos días que sin la llamada de atención que supusieron los incidentes, las máquinas estarían ya taladrando la vía. El relato final sobre Gamonal hablará acerca de una comunidad donde las barricadas y los cajeros destrozados, como complemento a la infatigable movilización popular, lograron frenar un proyecto especulativo que, menos de 24 horas antes, había sido revalidado por el Ayuntamiento, gobernado en mayoría por el PP. Y lo que es todavía más importante: pusieron el foco sobre la larga lista de cuentas pendientes con la mayoría social que llaman a más movilización. Que por mucho que se hubiese votado a la derecha, la democracia también incluye el derecho a réplica. Lo contrario es el absolutista cheque en blanco.

Solo el fetichista cree que la fórmula es garantía exclusiva de éxito. Lo que era válido ayer se convierte en contraproducente hoy. Y viceversa. Aunque rechazar «per se» el enfrentamiento es salir cojo a correr los 100 metros lisos. Cada contexto exige imaginación, audacia y calle, muchísima calle. El abanico es inmenso.

Como cantaría el Trono de Judas: Gamonal y a reventar.

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