Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

¿Qué buscamos los periodistas en Venezuela?

Soy un enamorado del periodismo, no tanto de los periodistas y mucho menos de las rutinas y  autojustificaciones con la que siempre intentamos despendernos de la responsabilidad de nuestros actos. No me refiero a esa pueril acusación de la "falta de objetividad o imparcialidad». Cualquier insinuación en este sentido, siempre con rostro de escándalo e indignación, debería de ruborizar a todo adulto mayor de 15 años que las pronuncie. Para los cándidos, recordaré que el lenguaje es subjetivo y, a partir de él, toda la actividad informativa. En esto, quizás la diferencia siempre ha estado más en la estética que en la ética. La derecha envuelve su producto con papel de colores y sonrisas de gominola, dejándonos en offside a quienes creemos que el oficio de salir a la calle y contar historias debería de basarse en denuncia, transformación y justicia social.

Una vez aclarado el término, me pregunto. ¿Qué buscábamos los periodistas durante la campaña venezolana?

Esto sí que lo contaron:

- Inseguridad y violencia. Todo tipo de detalles sobre víctimas de la violencia que asola el país con un curioso desvío: el gusto por mezclar delincuencia con grupos armados con vinculaciones políticas. Imprescindibles los reportajes sobre colectivos, obviando, incluso, que alguno de los entrevistados era rechazado por su propia organización. ¿Para qué hacer preguntas que nos jodan el titular?

Esto no se dice:

- Planes de desarme, misiones para combatir pobreza con el objetivo de atacar las desigualdades y proyectos de policía basados en los derechos humanos como la Universidad Experimental de la Seguridad.

Esto sí lo contaron:

- Dependencia del petróleo.

Esto no se dice:

- Planes para la recuperación de los espacios públicos financiados gracias al petróleo o la participación de la empresa pública en programas como la Gran Misión Vivienda, que prevé entregar 3 millones de casas para 2019.

Esto sí lo contaron:

- Continuas alusiones al Estado de Venezuela como "dictadura" y a su presidente como "caudillo" o autoritario, llegando a dar por hecha la posibilidad de un fraude electoral con más insistencia que la propia oposición.

Esto no se escuchó:

- La libertad de expresión llega hasta el punto de que medios privados han publicado caricaturas de Hugo Chávez (jefe de Estado) asemejándolo a un cerdo. ¿Hace falta recordar qué pasa en esta orilla del Atlántico se a un plumilla se lo ocurre ridiculizar al ya de por sí hilarante Borbón?

La cobertura sobre las elecciones venezolanas, basada en el tópico, el lugar común y las lecturas interesadas, ya ha concluido. Tras el bombardeo mediático previo a las urnas, Venezuela ha quedado sumida en el silencio más absoluto. Un silencio revelador, que acusa, que señala, que delata las verdaderas intenciones de quienes articularon una campaña que desfiguró la realidad política y social del país caribeño para, después, hacerse un mutis por el foro y desaparecer como si nada hubiese ocurrido.

No niego que tengan derecho a hacerlo, aunque, si por lo menos reconociesen los intereses que existen detrás de tanta beligerancia, me merecerían algo más de respeto.

PD: Con esto cerramos la serie de reportajes y posts sobre Venezuela. Espero que los hayan disfrutado.

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