Han saltado las alarmas. Hay menores imitando a la serie surcoreana emitida por Netflix “El juego del calamar”. Psicólogos, maestros y pedagogos alertan para que niños y adolescentes no vean la serie sobre un concurso entre personas de diversa condición social que les une el estar endeudados económicamente. Se trata de ganar diversos juegos infantiles de supervivencia; perder conlleva la muerte. Cada una de las muertes aumenta el premio, estimulando así el conflicto entre jugadores (competencia lo denominan los defensores de la libertad de empresa). Sólo puede ganar uno, que resultará el triunfador millonario, los demás mueren. «Todos los participantes son iguales» –dice uno de los jueces en los preámbulos–. «Les estamos dando a ustedes, personas que han sufrido un trato injusto y discriminación en el mundo exterior, una última oportunidad de ganar una competencia justa». A diferencia de la vida real todos parten con las mismas posibilidades.
Dicen los guardianes de la infancia y de la adolescencia que la serie resulta perniciosa en tan tiernas mentes porque representa un mundo sádico, salvaje, competitivo, donde sólo merece vivir el que triunfa aunque sea, o precisamente, a costa de otros. Un mundo nada que ver con el nuestro. Y, al carecer de la madurez que procura la experiencia y una falta de autonomía moral, pudieran confundir, como está sucediendo, ficción y realidad. Por ello los progenitores deberán de protegerlos de series peligrosas como ésta, por lo menos hasta que sean enviados al mercado de trabajo y al juego de la oferta y la demanda. Allí la mano invisible de Mercado con sus delicados vaivenes mecerá sus sueños de triunfo.
Para su preparación a la vida real, en los planes de estudio de Secundaria y Bachillerato, se ha ido introduciendo, de rondón, asignaturas como «Economía y Emprendimiento», «Actividad Emprendedora y Empresarial» y «Empresa y Diseño de Modelos de Negocio» en detrimento de «Ética» y «Filosofía». Sobre esto no existe alarma alguna.
Capitalismo en su tinta
Dicen los guardianes de la infancia y de la adolescencia que la serie «El juego del
calamar» resulta perniciosa en tan tiernas mentes
