Todo el mundo habla del vídeo en el que un alevín de protohomínido asomado a una ventana de un colegio mayor universitario masculino Elías Ahuja de Madrí se desgañita gritando hacia el colegio femenino Santa Mónica: “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas!, sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea, ¡vamos Ahuja!”, desatando en sus engorilados acólitos, que esperan la señal, una suerte de berrea monocorde testicular con cánticos similares al grito del primer macho alfa. La estupefacción en los opinadores en los llamados medios de comunicación, en un principio, es general. Los chicos de casa bien cayetanos educados en colegios de pago, los llamados a dirigir las Españas llamando putas a otras niñas de casa bien con quienes serán emparentados en futuro.

¿Y las niñas? (niños y niñas se llaman los de alta cuna entre ellos aunque peinen canas) Las “niñas”, encantadas: “Se está sacando de contexto. Era un clásico escuchar ‘Mónicas, putas’ todas las noches”, decía una exalumna del colegio mayor. “Forma parte de la tradición”, afirmaba ante las cámaras una alumna actual. “Todo se ha sacado de quicio, los niños no tenían intención de insultarnos, es un juego, un ‘pique’ en el que participamos”; “no nos sentimos para nada ofendidas”, decían otras “niñas” veinteañeras.

Los medios cavernarios inician el viraje: un ritual consentido, cosa de niños; grosero, sí, pero tampoco hay que exagerar, hay cosas peores de las que no se habla, se politiza todo para sacar rédito.

Los dos elitistas colegios católicos privados adscritos a universidades públicas segregan por sexo. En colegios públicos mixtos no se conocen casos parecidos.

El asco inicial por la agresión de los aprendices de burgués-señorito marca España, incrementado por las respuestas de las agredidas, aumenta exponencialmente gracias a la  extendida y pertinaz estupidez de tanto idiota logorreico. Al ser preguntada sobre el suceso, la orate de Madrí se refiere a ETA.
 
Pero en vez de causar hilaridad, le votan. Hay que irse.