Ahora que la cota de popularidad del primer ministro comenzaba a elevarse para regocijo de su presidente, hundido él en la miseria de los sondeos y agarrado hoy más que nunca a Ucrania para salir de su irrelevancia, un reportaje de Mediapart ha rescatado una historia de abusos sexuales y físicos, con más de un centenar de casos que se dieron en un centro de secundaria católico del Bearne en la época en la que François Bayrou era ministro de Educación. Más de treinta años desde que se dieran las primeras alertas, el también alcalde de Pau, que escolarizó a varios de sus hijos en ese mismo centro en el que su propia mujer enseñaba catecismo, ha declarado que desconocía la gravedad de los hechos y que cuando a mediados de los noventa solicitó una inspección lo hizo por una simple denuncia de una torta propinada por un profesor a un alumno, nada más. Se acoge seguramente François Bayrou a un lema de una de sus predecesoras, Elisabeth Borne, que al ser reubicada como ministra de Educación sin tener experiencia en la cuestión, se defendió con un “no creo que se espere de los ministros que sean especialistas en sus temas”. En lo que sí son expertos algunos miembros de la clase política es en no asumir sus responsabilidades, estén en una cartera o en otra, o mismamente al frente del Elíseo, aunque reconozcan sin vergüenza alguna no entender ni torta.