Irati Jimenez
Irati Jimenez
Kazetaria eta idazlea

Decíamos mañana

No digamos nunca barbaridades como que no se puede conocer la verdad, que es lo que le dijo Poncio Pilato a Jesús antes de ajusticiarle

Me quedo a una de 150 columnas escritas en este espacio y para este diario antes de dejar esta sección. Empecé hablando de la importancia de las mentiras en la victoria de Donald Trump y termino furibundamente enganchada a las sesiones del Comité del Congreso que lleva semanas revelando de manera brillante –y con una eficacia inédita para la cámara de representantes estadounidense– con cuánto ahínco y con qué ardor golpista intentó el cuadragésimo quinto presidente acabar con la república, en un intento para perpetuarse en el poder.

Al padre de la congresista Liz Cheney, que dirige la comisión, lo conocemos, porque llevó a su país a una guerra ilegal y mató a un amigo al dispararle por la espalda en un accidente de caza, pero capitaneando este comité, su hija ha disparado un proyectil letal contra Donald Trump. Y lo ha hecho de frente, después de haber sido expulsada de la dirección del partido por negarse a repetir las mentiras de Trump sobre las elecciones de 2020. No sé cuánto estará disfrutando de su venganza, pero espero que algo de todo esto sirva para que nos demos cuenta todas y todos de la importancia de dar importancia a las mentiras como las que han hecho posible la carrera política de Donald Trump.

No digamos nunca barbaridades como que no se puede conocer la verdad, que es lo que le dijo Poncio Pilato a Jesús antes de ajusticiarle por un crimen que ya sabía que no había cometido. Todo el mundo sabe, en su fuero interno, qué es la verdad y, cómo la realidad no puede transformarse si no se conoce, es necesario descubrirla, y es imprescindible contarla. Agradezco a este espacio haberme permitido intentarlo 149 veces y, rendida de admiración ante la capacidad sobrenatural de quien puede decir durante años –e incluso a diario, como hace mi admirado Raimundo Fitero todos los días en este diario– algo bueno, valioso y maravillosamente bien dicho, dejo este espacio para la siguiente persona que lo ocupe, con la certeza de que alguien dirá mañana lo que nosotras no supimos decir ayer.

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