Llega una edad en que empiezas a escuchar un montón de comentarios no requeridos sobre tu edad. Sospecho que, sobre todo, si eres tía. O sea, identificada como mujer. Imagino que se pasará, o más que nada lo espero. Empiezan de golpe para tu sorpresa, cuando se supone que las mujeres que menstruamos, dejamos de menstruar. Así que debe responder esta impertinente costumbre social a la patriarcalísima valoración que recibimos en función de nuestra supuesta fertilidad; nosotras, claro. Vamos, que el mundo se dedica a señalarte que has perdido tu lozanía femenina, como si ese mundo permaneciera en eterna juventud, como si todo lo vivo no cambiase gloriosamente cada día.Esto nos sucede a las identificadas como mujeres al nacer, porque he observado últimamente cómo se trata, se maltrata, a las mujeres trans cuando llegan a esta misma edad de ya no merecer. Para empezar, porque no deberían haber llegado: la esperanza de vida de las travas es mucho menor que la del resto de la población. Lo he observado contra mis amigas trans coetáneas, y me rabia y me duele infinito. El acoso y el desprecio callejero hacia ellas se redobla, la violencia, situarlas de nuevo en el lugar de la monstrua. Y vuelvo a recordar que no nos aceptan, que acaso nos toleran esperando una vuelta fascista de la Historia que les permita devolvernos a los barracones y a las cunetas. Sobre todo a ellas, siempre más a ellas, a las mujeres trans.El primer día de sanfermín una querida trava nos decía emocionada: por fin un 6 de julio sin miedo y con amigas. La semana pasada arropamos a otra amiga que sufrió un ataque tránsfóbo en las fiestas de Iruñea. Acabó en el hospital. Intentan pasar desapercibidas para protegerse, es decir, no ser identificadas como trans, aunque el passing no está al alcance de cualquiera. Para empezar, al alcance económico. Por eso adoramos a Christeene, la drag terrorista que irrumpe en los centros comerciales con pinta de yonki andrajosa y desatada. ¡Hasta el no coño de buscar la aprobación de un mundo que nos repugna!