El conductor de un autobús urbano, hace poco en Valencia, obligaba a una chavala a bajarse por «ir escotada y poder ofender a los demás pasajeros». Cristina Durán flipó. Y lo denunció en las redes, con foto adjunta de sus preciosas problematizadas tetas, erguidas sin vergüenza por el top blanco de encaje que se puso ese día para hacer su vida, no para perturbar a nadie. Y menos para ser señalada, humillada, expulsada y culpabilizada. Nos tratan como si nuestras tetas, nuestras cuerpas, fueran por la calle violando y a la vez pidiendo que nos violen, cuando las violadas somos nosotras: es tan delirante como opresivo. Imborrables dos argentinas hace unos años, en una playa, defendiéndose de un grupo vecino que salvaguardaba el bien misógino común pretendiendo que ellas se cubriesen los pechos: ¿tú te alimentaste de unas así y ahora no puedes ni verlas? Bravas, bravas todas. Por cierto, acaban de condenar a dos exmilitares torturadores argentinos por violar a mujeres detenidas para culminar el golpe de Estado de Videla, hace cuatro décadas. Una sentencia histórica contra el patriarcado.
Mientras, en las calles de Kabul se apresuran a ocultar con pintura los anuncios que muestran rasgos de mujeres: los talibanes ya prohibieron entre 1996 y 2001 la reproducción de cualquier imagen femenina. ¡Esto sí que es borrado de mujeres, coño! Una señal inequívoca de lo que les viene encima: el precio del burka se ha disparado en las últimas semanas. Para millones de afganas, esta será la segunda regresión vertiginosa de sus derechos en una vida: ¡madre mía, yo solo tiemblo al teclearlo! En los setenta las chicas paseaban en minifalda mientras Kabul era una fiesta. Hasta hace nada, volvieron a las universidades, eran el 25% del parlamento y fumaban shisha con sus amigos en los cafés. Afganistán tiene una red feminista imponente, de abuelas, madres e hijas: donde hay patriarcado, hay resistencia de mujeres. Siempre, sé de lo que hablo. Aunque, ahora mismo, están yendo a por ellas...
Mis tetas no van a violarte
Nos tratan como si nuestras tetas, nuestras cuerpas, fueran por la calle violando y a la vez pidiendo que nos violen, cuando las violadas somos nosotras: es tan delirante como opresivo
