Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

No es ilusión, es revolución

Son las mujeres, sobre todo las chavalas, quienes han llevado a la victoria a Boric en Chile: no es ilusión, sino estadística

Publiqué el libro más imprescindible de mi vida hace un año, “La feliz y violenta vida de Maribel Ziga”. Ni pensé en presentarlo si después no podía abrazarme a las mujeres y demás alzadas, aunque fuera con mascarilla: por fin me he ido de gira. Tres semanas, dos penínsulas, ocho ciudades… A raíz de que mi amada tecnobruja Maya Checchi editara en Italia en 2015 mi “Diventare Cagna”, surgió un colectivo feminista en Roma que se hacen llamar Cagne Solte. Perras sueltas, vaya. Todo un honor para mí. Son portentosas, okuparon el antiguo local de estriptis de la Cicciolina. Hace unos días, encima del escenario vítreo, entre las cuatro barras de pole dance, charlamos sobre la violencia machista que atraviesa la vida de cada una, sobre cómo sanar el amor hiriente, sobre todo el amor a nosotras mismas, sobre nuestras madres, sobre nuestras estirpes, sobre nuestras opresiones, dolores, alegrías, guarrerías, fugas y liberaciones, sobre la revuelta feminista global que hemos provocado… Acabamos cantando «abajo el patriarcado, se va a caer», y bailando mi temazo favorito de Madonna, ya en la calle. Dicha absoluta.

Desparramarme en mi biografía familiar me ha puesto en paz con broncas feministas que he tenido: jamás le diría a otra mujer que no hable desde la rabia, o incluso que no la habite. Pero yo tiendo a habitar ese frondoso lugar donde no solo proyectamos, también vivimos, nuestra posibilidad y nuestra alegría. Y siempre quiero traerme a otras, a otros, a todes en realidad.

Son las mujeres, sobre todo las chavalas, quienes han llevado a la victoria a Boric en Chile: no es ilusión, sino estadística. Hasta el propio candidato de la ultraderecha rebajó su discurso antifeminista en la segunda vuelta sabiendo a lo que se enfrentaba. Las luchas de las mujeres ya están en el centro, lo hemos provocado nosotras empecinadamente y la reacción, aunque asuste, lo dice todo de nuestra fuerza contagiosa y colectiva. Tengo 47 años, soy feminista desde que salí del precioso coño de mi madre. Por primera vez creo que podemos derrocar al patriarcado. Y no soy la única.

Buscar