Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

Plenitud, conexión, belleza

Agradezco el momento en el que siento que puedo aportar algo a la sociedad y puedo comprometerme con ella como artista

Flotando, abierta como una estrella en la bahía a mediodía, al cerrar los ojos el cielo se vuelve naranja, y reproduce el mismo movimiento centelleante del agua. Plenitud, conexión, belleza. Tenemos playas apoteósicas en Euskal Herria, de arena sedosa y aguas acogedoras que, a nuestra latitud, serían demasiado frías para el baño de no estar recogidicas por la Golfa de Bizkaia. Sostenida por la inmensidad, evoco a Yayoi Kusama, la artista nonagenaria japonesa que invitaba a Nixon a orgías contra la guerra de Vietnam, y que lo llena todo de lunares. «Los puntos son sólidos e infinitos. Son una forma de vida. Sol, luna, estrellas son cientos de millones de puntos. Cada ser humano es también un punto. Los puntos no pueden existir por sí mismos, solo pueden existir cuando se reúnen unos con otros. Admiro completamente su infinitud y estoy profundamente conmovida por la grandiosa presencia del universo, que está lleno de un poder misterioso. Me siento feliz cuando realizo mis obras, cuando escribo poesía y pinto cuadros. También me siento feliz cuando contemplo el cielo azul, observo el mar abierto o conozco personas maravillosas. Agradezco el momento en el que siento que puedo aportar algo a la sociedad y puedo comprometerme con ella como artista».

De una generosa célibe a una puta. Nell Kimball evocaba ya de anciana su primer éxtasis a mediados del siglo XIX, en una granja perdida de Illinois. «Recuerdo el verano en que tenía ocho años, que me puse a correr fuera desnuda, como Dios me trajo al mundo, bajo una cálida lluvia. Simplemente corrí, grité sonidos locos y reí como si tuviera un ataque, con el barro chorreándome los dedos del pie y los viejos manzanos con sus troncos todos negros y brillantes por la lluvia. No podía dejar de gritar. Llegué al maizal y me quedé ahí, con la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados y la lluvia bañándome, y la boca abierta bebiendo de la lluvia, y sintiéndome toda caliente y a gusto y rara también, mientras ponía las manos entre las piernas. Si lo hubiera sabido, ese fue mi primer entendimiento de lo buena y agradable que podía ser la vida».

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