Amanezco, me conecto, y el mundo me muestra una barrabasada patriarcal que todavía no conocía. No, ya no hace falta que tú decidas retratarte desnuda o divirtiéndote sexualmente, y que después un tipo en quien confiaste te traicione: en la nueva pornovenganza misógina, ya ni siquiera tienes que ser tú, basta con que lo parezcas. Y cada vez es más fácil trucar vídeos y audios. ¿Adivinen con qué fines se están utilizando masivamente las aplicaciones para crear deepfakes? Los porcentajes son un apabullante diagnostico del machismo que sufrimos: entre el 90 y el 95% de los vídeos falsos hiperrealistas colgados en la red son pornografía sin consentimiento, y nueve de cada 10 de estos se refieren a mujeres. Lo afirma la compañía de investigación por un uso ético de la inteligencia artificial Sensity AI, por quien quiera seguir diciendo que no me documento.
El vídeo será falso, pero el daño que te hace al ser difundido es verdadero: lo denuncia llorando la creadora de contenidos de 29 años QTCinderella. ¡Qué fácil es linchar a las que nacimos carne de linchamiento misógino! ¡Cómo me gustaría resucitar a todas las prometedoras mujeres que se han suicidado por culpa de la pornovenganza!
Habla Lena Chen, artista, activista y una de las primeras supervivientes de la pornovenganza. «He experimentado el espectro completo de la misoginia online: la violación vengativa de alguien en quien confié y la invasión de la privacidad por parte de acosadores obsesionados pero desconocidos. En ambos casos, los perpetradores solicitaron la aprobación y atención de extraños y no podrían haber tenido éxito si sus esfuerzos no estuvieran legitimados por los medios de comunicación y la opinión pública. Lo que me pasó es un riesgo laboral por ser mujer. Los cuerpos de los hombres no se usan como armas contra ellos y la vergüenza es un lenguaje que las mujeres hemos aprendido desde el nacimiento. Se nos dice que el sexo es algo que puede lastimarnos, que tenemos que estar constantemente a la defensiva para no llamar la atención. Si somos criticadas o atacadas, se nos pregunta qué hicimos para merecerlo».
