Por fin llega la Ladyfesta, que se celebrará en Bilbo mañana viernes, día 30, a partir de las 23:00, esta vez en homenaje a las Pussy Riot!
*Más información aquí:
http://mass-medeak.blogspot.com.es/2012/11/ladyfesta-bilbao-gora-pussy-riot.html
http://masqueles.com/2012/10/25/30-nov-bilbao-ladyfesta-bilbao-azaroak/
Pero las y los lectores se preguntarán, ¿qué ocurre en esas fiestas a las que acude gente queer, bolleras feministas, transgénero, transexuales,…?
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Éxtasis y mascarada. Dioniso y las buch
Ainhoa Güemes
Hay fiestas que cumplen una función política transgresora. En estos espacios pensados para el arte y la política feminista, como es el caso de la Ladyfesta, lxs ‘anormales’, que somos ya multitud, transgredimos la historia natural de producción para formar parte de la historia (artificial) de la producción. A través de expresiones lúdicas, carnavalescas, por medio del goce y la parodia, sabemos que es posible incidir en el devenir de luchas políticas centrales, en las que se cuestionan y se alteran determinadas nociones y elementos que condicionan nuestras acciones reivindicativas, así como nuestras diferentes maneras de vivir la sexualidad.
En estas fiestas, que son una especie de baile de máscaras, como afirma Butler, ponemos en riesgo el propio yo, ya que el sujeto está imposibilitado para permanecer dentro de sí. Esta puesta en riesgo del yo es una forma de virtud. Virtud que Nietzsche descubrió en la práctica del arte dionisíaco, arte de la embriaguez y del éxtasis. Nietzsche detectó dos poderes que elevan a la ingenuidad humana hasta el olvido de sí: el instinto primaveral y la bebida narcótica. En ambos estados, dice, el principium individuationis (principio de individuación) queda roto, lo subjetivo desaparece totalmente ante la eruptiva violencia de lo general-humano, más aún, de lo universal-natural. El ser humano configurado por el sujeto creador dionisíaco ha desaprendido a andar y a bailar, se siente mágicamente transformado, y en realidad se ha convertido en otra cosa. El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte. La potencia artística de la vida, no ya de un ser humano individual, es la que aquí se revela. En las mascaradas carnavalescas se incrementan las fuerzas vitales que impulsan la transformación mágica del si mismo. No se trata de que alguien se disfrace y quiera producir un engaño en otros, antes bien, en que el yo esté fuera de sí y se crea a sí mismo transformado. En es estado del hallarse-fuera-de-si, en el éxtasis, ya no es menester dar más que un solo paso: no retornamos a nosotros mismos, sino que ingresamos en otro ser, de tal modo que actuamos como seres transformados mágicamente. De aquí procede, en última instancia, el profundo estupor ante el espectáculo: vacila el suelo, vacila también la creencia en la indisolubilidad y fijeza del individuo.
La fiesta de Dioniso fue experimentada en Grecia por el pueblo apolíneo. Eurípides, en Las bacantes, habla de una transfiguradora embriaguez musical, la misma que Escopas y Praxíteles condensaron en estatuas. En las cumbres de las montañas, en el momento justo y en el lugar justo para ver cosas no vistas, florece el día, el cielo es el trasfondo móvil de una aureola. Coros de mujeres yacen diseminados por el suelo, apoyadas en troncos de abetos. Todas las cosas dormitan. Ágabe, la madre de Penteo, comienza a dar gritos de júbilo y el sueño queda ahuyentado. Todas se ponen de pie, dejando caer los rizos sobre los hombros. Se ciñen con serpientes, que lamen confiadamente sus mejillas, algunas toman en sus brazos lobos y venados jóvenes y los amamantan. Todas se adornan con coronas de hiedra y con enredaderas; una percusión con el tirso en las rocas, y el agua sale a borbotones; un golpe con el bastón en el suelo, y un manantial de vino brota. Dulce miel destila de las ramas; basta que alguien toque el suelo con las puntas de los pies para que brote leche blanca como la nieve. Es este, afirma Nietzsche, un mundo sometido a una transformación mágica total.
Como vemos, las transmutaciones performativas (potencialmente creativas) se han experimentado a lo largo de los siglos por agentes muy diversos. La fiesta apolíneo-dionisiaca se asemeja, en parte, a lo que Preciado denomina el dispositivo drag king. Preciado cuenta que, durante los años que habita en la ciudad de los muertos vivientes, para luchar contra una soledad endémica, se acoge a un sistema de aprendizaje y construcción de técnicas identitarias que, no sólo le ayuda a sortear la depresión propia de la metrópolis, sino que acabará constituyendo una disciplina del alma, como los Ejercicios de San Ignacio de Loyola que realizó en su infancia. Su primer taller drag king es un ejercicio iniciático, el primer paso de un proceso de mutación abierto. Un grupo de bio-mujeres se dejan llevar por una buch con pelo corto y pantalones de cuero, con cara de niño y voz muy suave que, como la ilustre Ágabe, ahuyenta el sueño mortífero y hace que todas se pongan en pie. Desidentificadas y transformadas, comienzan a desvestirse y a vestirse con ropa masculina; se fabrican un paking (paquete) y se vendan el pecho. A través del aplanamiento del pecho y del abultamiento de la pelvis, modifican su eje corporal. De este modo, el centro de gravedad corporal se desplaza del pecho hasta la pelvis, las piernas se abren ligeramente, afirmando el apoyo doble del cuerpo. Se hacen su primera barba. No se busca un efecto teatral, el devenir king es un enigma irresoluble hasta el momento en que la transformación se produce. En el proceso del devenir king, Preciado descubre una dimensión de ritual de magia psicopolítica, cautivadora, que le lleva a convertirse en maestro king de ceremonias.
Al igual que la fiesta apolíneo-dionisiaca, el campo de experimentación king es un agenciamiento colectivo, una sesión de antipsiquiatría como las que Guattari dirigía. ¿La curación? Ágabe y sus hermanas asesinaron al rey Penteo, tras prohibir éste la adoración de Dioniso. Las ménades tebanas destronaron y descuartizaron al soberano, que cada noche les dosificaba el oxígeno como una planta parásita. Todo será más placentero después de la muerte del soberano. Porque el soberano se ve destituido de su propia altura, y la Idea cae en la superficie como simple efecto incorporal.
Como bien repite insistentemente Deleuze: “Es el gran descubrimiento estoico, a la vez contra los presocráticos y contra Platón: la autonomía de la superficie, independientemente de la altura y la profundidad, contra la altura y la profundidad; el descubrimiento de los acontecimientos incorporales, sentido o efectos, que son tan irreductibles a los cuerpos profundos como a las altas Ideas”. Feliz muerte del soberano. Feliz perversión: venenos ardientes, festines antropófagos. La constitución de superficies es algo de lo más inocente, advierte Deleuze, pero “inocente no quiere decir sin perversidad”. Carroll detestaba en general a los chicos, no soportaba su falsa profundidad, su falsa sabiduría. El bebé masculino en Alicia se transforma en cerdo. Según Deleuze, sólo las niñas comprenden el estoicismo, tienen el sentido del acontecimiento y liberan un doble incorporal. Pero en realidad, más allá de lo aprendido, más allá de los prejuicios, el placer es una fina capa que se extiende sobre la piel, y cualquier cuerpo (cualquier niña, cualquier niño; bio-mujer o bio-hombre) es capaz de deslizarse por esa fina capa de maquillaje y aprender las lecciones del revés, del derecho, por encima, por debajo,… siempre serpenteando en la superficie, sobre las olas, contra-corriente, en la frontera: es así como se pasa al otro lado, por la virtud de un anillo que se rompe y se complica, y hace fallar la estructura molecular, y hace que estalle la cadena cerrada de átomos.
Preciado, cuando se refiere al cambio contemporáneo en la reproducción sexual, dice que “éste se hallaría en las transformaciones estratégicas de ciertas formas de incorporación tecnológica del sexo y no tanto en un paso (inquietante o alarmante, como suele calificarse en las narraciones apocalípticas de ciertos naturalismos) de una forma natural de sexualidad a una sexualidad tecnológica”. Estas tecnologías, añade, “se mostrarán como estructuras fallidas (desbordando, por tanto, la noción misma de estructura)”, en las que ningún instrumento de dominación está a salvo de ser pervertido y reapropiado en el interior de lo que ella llama, siguiendo las intuiciones de Foucault, distintas “praxis de resistencia”.
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Resistamos pues, sin dejar nunca de gozar. Démosle muerte al soberano.
¡Nos vemos en la Ladyfesta! ¡No olvidéis vuestro pasamontañas!
