Hace ya un tiempo Zaloa y yo nos sumergimos juntas en estas aguas fangosas, nos propusimos, por necesidad extrema, construir discurso feminista y abertzale, elaborar un entramado autónomo donde contener diferentes fragmentos de pensamiento crítico, y además, hacerlo con rigor, audacia y valentía.
Cada retazo, cada pedazo de escritura es un trozo de piel, un gesto de resistencia.
Nada ha sido en vano, hemos pagado el precio. Seguimos creciendo, permitiendo que nuestras criaturas crezcan en libertad. Ese silencio armado de imposiciones que ha pretendido aniquilar nuestros deseos se va quedando atrás, rezagado, cada vez más aislado. Es otro tipo de silencio nuestro aliado, ese que sabe escuchar, que comprende la demencia de nuestros gritos y comparte la inmensa felicidad de las batallas ganadas.
Y aunque estas líneas no son una despedida, sí agrupan algunos de los esfuerzos dialécticos recién vividos. Me apetecía releerlos con vosotrxs y otorgarles otro sentido. Ordenar la casa, descartar lo que ya no sirve, recargar las pilas para actuar de nuevo, si cabe, con más fuerza y eficacia.
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> Feministas vascas conflictivas y conflictuadas (Ainhoa Güemes)
Los feminismos comparten con los sismos y con otros «ismos» revolucionarios su implicación en una serie de movimientos profundos que ponen en tela de juicio la axiomática mundial. Poco importa que las feministas seamos incapaces de constituir estados viables desde el punto de vista de la axiomática y del mercado, puesto que nuestro deseo es promover composiciones que no pasan por la economía capitalista ni por la forma papa-estado.
Muchas feministas escapamos al plan civilizatorio heteropatriarcal, que va de la mano del capitalismo trasnacional, no cesamos de escapar, de resistir, de luchar contra él, intentando destruir su equilibrio, su máquina de guerra. Es difícil imaginar cómo sería un estado-amazona, un estado de las mujeres, de los oprimidos, de los anormales que son ya multitudes. Tendríamos que pensar si esos estados son viables cultural, política y económicamente, y si nos convienen o no. Los movimientos feministas imaginan y proyectan posibles mundos y relaciones; queremos entrar en conexiones que tracen una nueva Tierra, y para ello estamos diseñando máquinas abstractas cuyo objetivo ya no es ni la guerra de exterminio, ni la paz del terror generalizado, sino el movimiento afirmativo, creativo y transformador. La lucha feminista, como las luchas de otros movimientos revolucionarios, se realiza a través de proposiciones indecibles.
> El sujeto político feminista y la democracia (Zaloa Basabe)
Para esta ruptura y la consecuente construcción de un nuevo marco es necesario comprender que, del mismo modo que no hay grupo social sin identidad, todo movimiento que aspire a convertirse en actor social con voz propia y capacidad de transformación e interlocución debe constituirse en sujeto político.
Si queremos trabajar en la construcción nacional desde y hacia el socialismo, debemos igualmente pensar y activar esa construcción desde y hacia el feminismo. Porque una cosa no lleva a la otra, es decir, el socialismo no lleva implícito el feminismo de la misma manera que ser miembro de la clase trabajadora no lleva implícito el ser socialista. La lucha ideológica feminista es necesaria para mantener vivo el permanente cuestionamiento del orden social.
El feminismo se nos revela como el paradigma imprescindible en la profundización de cualquier proceso democrático, y las alianzas entre feministas y agrupaciones feministas dentro y fuera de nuestras mugas, en todos y cada uno de los niveles organizativos es una estrategia política prioritaria.
> Feminismo, socialismo y libertad creadora (A.G.)
En una entrevista realizada en 1973, Hannah Arendt, teórica política alemana de origen judío, explica en qué consistió el proceso de fundación de los Estados Unidos: Religiones, minorías étnicas, diferencias, violencia política, crisis, revueltas internas, el asesinato del presidente, la guerra de Vietnam... Nos recuerda que el porvenir se está haciendo y que el azar tiene un impacto muy potente; se refiere a la variedad infinita de posibilidades. En este sentido, Arendt dice que, sin duda, hay quienes temen la libertad, y deja claro que ella no tiene miedo, que puede sentarse delante de una cámara y hablar libremente, y que por lo tanto, aún no le han dominado. Cuando el entrevistador interviene en su reflexión y le pregunta: «¿Esa libertad extrema no acaba costando un alto precio? ¿No es preferible encontrar una ideología ya dada? ¿No es la libertad a la que te refieres la libertad de los que tienen la fuerza de inventar nuevos modos de pensamiento?» Su respuesta es rotunda: «No. La libertad sólo se basa en la convicción de que cada ser humano en tanto que ser pensante puede reflexionar tan bien como yo, puede formar su propia opinión si quiere. Lo que no sé es cómo sacar a la luz ese deseo en cada persona. Reflexionar significa pensar siempre de forma crítica; y pensar de forma crítica significa que cada pensamiento erosiona lo que está hecho mediante reglas rígidas y convicciones generales. Todo lo que pasa cuando pensamos se somete a un examen crítico, es decir, no existe pensamiento peligroso por la sencilla razón de que el hecho de pensar ya es de por sí una empresa muy peligrosa; pero no pensar es aún más peligroso».
> El feminismo y el «impuesto reaccionario» (Z.B.)
Durante estos últimos años, al calor de diferentes cambios estratégicos (también en el movimiento feminista), a menudo nos hemos detenido a preguntarnos en qué fundamentamos la identidad feminista en Euskal Herria y cómo cohesionar y coordinar la multiplicidad de factores que definen nuestra identidad como sujetos políticos. No en vano, las feministas vascas siempre hemos vivido nuestra confesión política como una doble (o triple) subversión. Como ciudadanas de Euskal Herria y como feministas somos conscientes de que al revindicar nuestro reconocimiento como sujeto político ante los estados, las estructuras sociales y los marcos legales estamos realizando un constante acto de subversión por cuanto entramos en abierto conflictos con esos agentes y las fuerzas que los representan.
Es este espíritu subversivo el que ha caracterizado la canalización de nuestra capacidad transformadora para con el entorno y con las relaciones que en él se establezcan. Sin entrar ahora en el interesante debate sobre si la construcción nacional y el feminismo comparten espacios de una misma lucha, o si luchan conjuntamente en diferentes espacios, lo cierto es que, con reconocimiento externo (e interno) o no, el movimiento feminista se ha definido a sí mismo como sujeto político desde el momento en el que ha actuado y ha afectado en y sobre los entornos a los que se enfrentaba y pretendía modificar.
> Hoy escribo enfrentada al miedo» (A.G.)
Itziar Moreno y Oihana Garmendia se enfrentan al aislamiento en una celda de castigo. Junto a ellas, con ellas, todos y todas nosotras somos cuerpos vulnerables, cuerpos dañados, brutalmente castigados; vidas que luchan contra la tortura, contra cualquier tipo de escisión mortífera. 980 kilómetros de precipicio nos separan ahora de nuestras compañeras, hermanas, amigas. Sabemos que han llevado a cabo una protesta frente a la dirección de la cárcel de Dijongo, en el Estado francés; han denunciado la dolorosa situación que padecen sus familiares en cada visita, también condenados como Itziar y como Oihana, como todas y todos nosotros, a pagar un castigo, una deuda que se vuelve impagable. Cuartos con paredes blindadas, ciegas,... allí, los carceleros llaman mittard al habitáculo oscuro diseñado para provocar una muerte lenta. ¿A quién no le asusta esta forma extrema y fríamente calculada de crueldad? Pero nada ni nadie debe impedir que abracemos a nuestras compañeras, que intentemos protegerlas, que nos confundamos con ellas y accedamos a ese lugar oscuro donde están presas para abrir ventanas, y permitir que brille un sol inmenso.
Sin embargo, debo confesar que hoy escribo con miedo, enfrentada al miedo, no puedo ocultar que esta realidad aterradora me paraliza. Maldito juego tortuoso. He soñado que intentaba avanzar entre sombras; con mucha dificultad, casi a tientas, con los ojos velados escribía la palabra exilio en una tela extendida en el suelo. Lo hacía con la ayuda de alguien, porque sola no era capaz de atisbar el espacio, de llenarlo y habitarlo, todo el peso de mi cuerpo caía sobre un centro imaginado de ese plano de composición, rasgándolo, y no eran figuras estéticas lo que yo pretendía dibujar, era el peso de un cuerpo debilitado que ha perdido la inocencia, que sufre el destierro y se esfuerza por cavar una expresión de vida en un terreno hostil. Un cuerpo cansado, agredido, que escribe la palabra exilio, porque ya solo es capaz de comunicar un límite, una ruptura, un exceso, una escisión mortífera, algo demasiado insoportable.
> Las barbas de mis vecinas (Z.B.)
Con una gran barba blanca se representa también a dios, poderoso donde los haya, y desde Marx hasta Fidel Castro, pasando por Freud, Unamuno y Baroja entre tantos otros, la intelectualidad y el mundo de la política se encuentra poblado de ellas. Es solo un símbolo, un icono, que ha acompañado a la idea de la hegemonía masculina y que estas feministas vecinas utilizan para, como si de un espejo se tratara, quienes las vean se cuestionen por qué son más visibles de este modo, con la cara tapada.
El humor y el performance se vienen utilizando desde hace décadas por diferentes movimientos populares (antimilitarista, ecologista, etc) con diferentes resultados (es verdad que muchas veces no hemos entendido nada de lo que nos querían decir), pero hay que reconocerles el esfuerzo con el que, mediante un discurso estético rupturista, nos muestran una realidad igualmente resquebrajada, que chirría. El humor se hace hueco en esas grietas y tira fuerte de ellas para derribar lo que aún sostienen.
El humor es otro de los terrenos vetado a las mujeres (¡con lo que nosotras nos reímos!). Cuando hemos hecho uso de el, a menudo nos han tachado de frívolas porque los temas que denunciamos son de una gravedad que por lo visto no lo merece. Yo no estoy de acuerdo, se puede ser corrosiva, caústica, chirriante, mordaz y realizar al mismo tiempo una importante labor de pedagogía política (obviando que el público tiene que mostrar una cómplice predisposición a recibir el mensaje).
Público, y de grandes dimensiones, fue el que este grupo de feministas francesas se encontraron durante el último festival de Cannes, cuando con sus barbas, se aproximaron a la alfombra roja. Caía una lluvia torrencial la noche que se estrenaba Amor de Michael Haneke (reconozco que me hace mucha gracia que se manifestasen justo antes de esta película). Anteriormente ya habían mandado sendos comunicados a los periódicos Le Monde y The Guardian mostrando su queja ante la falta de mujeres directoras en las 22 películas presentes en el festival, y habían recordado el procentaje abrumadormente masculino de la academia de cine de Hollywood (casi el 80% son hombres), diciendo que no querían lo mismo para la cuna de la égalité. En este caso, las manifestantes utilizaron barbas de diferentes colores sosteniendo carteles que, emulando a los intertítulos del cine mudo decían “Maravillloso”,”Gracias”, “Espléndido”, “Increíble”, y finalmente “La Barba” (en francés esto es un juego de palabras ya que esta expresión viene a ser algo así como “es suficiente” o “estamos hasta el ...moño”, ya que de apéndices peludos se trata).
> Paz, guerra y feminismos en E.H. (A.G.)
No cabe duda de que las feministas abertzales (Antígonas enfrentadas a los dictámenes de los estados español y francés), como sujetos políticos organizados, por un lado, en la defensa de una vida afirmativa (de una idea de paz que coloque a la vida en el centro), y por otro, comprometidas con la construcción colectiva de Euskal Herria, lo que realmente podemos aportar al nuevo tiempo es un legado de testimonios directos y encarnados, experiencias y vivencias recientes, que han sido profundas, intensas, subversivas y enriquecedoras. En esta transmutación hemos luchado y hemos resistido, hemos escuchado los testimonios de amigas y hermanas torturadas, encarceladas, hemos sentido miedo pero nos hemos enfrentado al miedo con integridad.
Hemos/he visto, o hemos/he soñado con algo demasiado bello; algo demasiado bello que contiene en sí un dolor intenso, insoportable. Pero, ¿quién soy yo?, ¿quiénes somos nosotras?, ¿quiénes somos las feministas abertzales? No soy, no somos un sujeto interno y cerrado. Sin ti, sin vosotras, sin vosotros mi historia, nuestra historia no sería posible.
Si nuestro deseo es vivir en paz, ¿qué mecanismos hay que poner en marcha? Hay muchas cuestiones pendientes sobre la mesa. Por nuestra parte, cabe preguntarnos: ¿cuáles son las razones, los deseos, las convicciones que nos conducen a exponer nuestras vidas y nuestros cuerpos?, ¿cuáles son las razones que nos han empujado a usar la violencia?; ¿por qué hemos decidido no rendirnos? Si luchamos por una idea de justicia, ¿somos criminales?, si decidimos luchar por causas que consideramos justas, las cuales rigen nuestros principios éticos, ¿a qué fuerzas nos estamos enfrentando? Las feministas abertzales estamos siendo partícipes en la construcción de una Euskal Herria que imaginamos socialista y feminista, hermanada con otros pueblos libres del mundo.
¿Vana utopía? Deseamos crear, habitar pueblos libres, comunidades de gente libre. ¿No estamos en pleno derecho de llevarlo a cabo, o de intentarlo en un incierto combate? La feminista y lesbiana negra Audre Lorde también creyó que “el futuro de la Tierra puede depender de la capacidad de las mujeres para identificar y desarrollar nuevas definiciones del poder y nuevos modelos de relación entre las diferencias”. Ella escribió: “Nos hemos escogido como compañeras / Para compartir el filo de nuestras batallas / La guerra es sólo una / Si la perdemos / Llegará el día en que la sangre de las mujeres / Cubrirá, reseca, un planeta muerto / Si vencemos / Ya sabéis qué buscamos / Más allá de la historia / Una relación nueva y mejor”. Por algo mejor, merece la pena el esfuerzo, por una vida digna y afirmativa, merece la pena seguir luchando.
> Estúpidos matrimonios (Z.B.)
El patriarcado y el capitalismo siempre han formado un matrimonio estable, comparable a esas parejas carentes de todo erotismo que, a fuerza de dejarse ver juntas y aunar intereses económicos y de clase, acaban pareciéndose entre sí diferenciándose del resto. Ignoramos si se quieren, incluso si son capaces de querer a alguien y a algo que no sean ellos mismos, pero lo que tenemos claro es que se lo han montado bien, y que tanto uno como otro han encontrado a un fiel y digno compañero de viaje.
Hace años, Heidi Hartmanen escribió un breve ensayo titulado “El infeliz matrimonio entre el marxismo y el feminismo” que ha servido desde entonces como material recurrente en los debates y discusiones que tienen a estos dos movimientos como protagonistas. Porque no siempre nos hemos llevado bien. Desde el marxismo clásico a menudo se ha entendido la opresión de las mujeres como fruto del capitalismo, obviando así las dinámicas y estrategias propias del patriarcado; sin embargo, la Historia y nuestras propias experiencias nos han enseñado que el patriarcado no hace necesariamente ascos a otros compañeros de cama (aunque sea de forma puntual, de unas noches, es decir, coincidiendo solo en la práctica política y difiriendo en la teoría).
Así las cosas, a menudo nos encontramos, fruto de esta relación de “ni contigo ni sin ti”, con una pregunta tan recurrente como estúpida: ¿Eres antes marxista o feminista? Está claro que esta es la reedición del clásico absurdo de ¿a quién quieres más a tu padre o a tu madre? O dicho de otra manera, “¿playa o montaña?, ¿café o copa?” Pues vaya tontería: Ama, aita (en los casos en que existan estas dos personas), playa, montaña, café ¡y luego copa! ¿Por qué no? Las elecciones no siempre son excluyentes; es más, cuando se trata de diseñar un presente y un futuro en el que quepamos todos y todas estas deben ser, forzosamente integradoras en su práctica e integrales en su planteamiento.
