Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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Terror en el hipermercado. La cajera y la violencia de género

 Zaloa Basabe


 Yo nunca había tenido síndrome postvacacional, creía que solo era una manera sofisticada de llamarle al bajón de volver a la rutina, y yo siempre le he visto a la rutina un punto reconfortante, ordenado y hasta entrañable. Hasta ahora. Después de un mes y poco vuelvo a Iruñea más huraña de lo normal, agazapada tras mi trinchera de miopía, sin ver a nadie, inadaptada; esquivo las calles de lo viejo y solo al llegar a la Plaza del Castillo y ver el montaje para la "vuelta a España" lo veo claro y empiezo a sentirme mejor. Los que sobran son ellos. Yo ya he vuelto a casa. Y no es para tanto.

Lo único que he echado de menos estas semanas ha sido mi portátil, el estar conectada a internet a cualquier hora y abrir al mismo tiempo diferentes portadas de periódicos y leer las secciones de opinión. Esto, por lo visto, también tiene nombre, lo llaman IAD (Internet Addiction Disorder). De no conocer ningún síntoma de la era postmoderna, he pasado a tenerlos todos.
 El caso es que de todo lo que he leído en un atracón de lo que antes serían páginas amarillentas destintadas, lo que más ha detenido mi atención ha sido el tratamiento informativo y "opintaivo" sobre la cajera del Mercadona en el acto de requisamiento de alimentos llevado a cabo en Sevilla por compañeros del SAT.

Carlos Herrera, Carmen Gurruchaga (“Marme” en los ambientes –sic-) y un sinfín de opinólogos han puesto la lupa en la cara llorosa de la cajera que estaba de turno en ese momento, y no les ha faltado vergüenza a la hora de calificar la imagen como ejemplo de violencia de género. Lo mejor sería despachar la cuestión con un "no se enteran de nada" pero sería demansiado ingenuo, porque se enteran tanto que no dejan pasar ocasión en la que frivolizar, desconceptualizar y crear confusión respecto al término violencia de género. Si bien es cierto que en su legislación la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género cuenta con un interesante título preliminar, donde se hace referencia explícita a las relaciones de poder-opresión que propician la violencia contra las mujeres en el sistema actual, y la necesidad de crear estructuras sociales que las superen y adoptar medidas jurídicas que las sancionen, a la hora de aplicarse, a menudo hemos visto como esta deja fuera muchas manifestaciones de violencia de género, centrándose casi únicamente en aquella que inflige un hombre contra su pareja o expareja. Violaciones fuera de la pareja, acoso sexual, agresiones sexistas, discriminaciones laborales por razón de sexo, etc. son algunas de las expresiones violentas que, afectando a las mujeres en un contexto patriarcal-capitalista, no son concebidas ni reflejadas en los medios como “violencia de género”.


  Así las cosas, si Soledad Becerril quiere sacar a la palestra la situación de las cajeras y vincular esta a un tipo de violencia de género, lo tiene fácil, sin necesidad de mentir y manipular torticeramente. Puede hablar de la feminización de los sectores precarios o de la precarización de los sectores feminizados (que ambas cosas se dan), puede hablar de las condiciones laborales, horarios, salarios y tipos de contratos de las cajeras y puede vincular estas con la situación en las que presumiblemente se encuentran estas mujeres en caso de tener que compatibilizar todo lo anterior con el cuidado de personas dependientes (la división sexual del trabajo también es violencia de género y sus consecuencias, además de poder ser dramáticas, son profundamente injustas), el mantenimiento de una vivienda o la posibilidad de continuar la formación profesional y coordinarla con momentos de ocio, etc.

Pero no, prefieren escoger a una cajera y victimizarla por su condición de mujer en su versión más esencialista (sexo debilucho, mujeres y niños primero...) en lo que viene siendo un ejercicio de tutorización permanente hacia "esas pobres criaturas", no consiguiendo sino reproducir en el imaginario colectivo la subordinación de unas frente a otros: los tutores, los cuidadores, aquellos que, negándole la voz, hablan por ella, colocando enfrente a un falso enemigo que oculta al verdadero.

Si bien es verdad que, a estas alturas, no volveremos  a creernos aquello de que de la emancipación de la clase obrera vendrá la emancipación de la mujer (los mecanismos del patriarcado son aún más antiguos que los del capitalismo, por lo que, de sobra sabemos que debemos enfrentarlos y combatirlos de manera específica), no es menos cierto que, como trabajadoras,  conocemos cuál es el papel que el capitalismo tiene reservado para nosotras. No en vano. el capitalismo lleva siglos sacando beneficios de las diferencias, también de las que se sustentan en el sistema de género.

 Las  mujeres, las trabajadoras, cualquiera, podemos llorar cuando así nos venga en gana, pero no os da derecho a que interpretéis nuestras lágrimas como mejor os convenga. No necesitamos el consuelo de quienes manipulan el concepto de violencia de género. invisibilizando sus causas y sus múltiples mecanismos. No estáis de nuestro lado, estáis enfrente.

Wikipedia: real definition: of or relating to fixed, permanent, or immovable things (as lands or tenements).

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