Martxelo Díaz
Reconozco que me gusta el programa "Pesadilla en la cocina", tanto en la versión de Alberto Chicote como en la de Gordon Ramsey. Incluso me gusta la secuela de "Pesadilla en el bar", de Jon Taffer, que se emite en ese gran canal que se llama Energy. Son programas que se ven desde la tranquilidad de casa, sabiendo que no hay ninguna obligación de comer (o beber) lo que se prepara en esos antros. Sabemos que nunca vamos a vernos afectados por los productos una de esas mugrientas cocinas.
Pero hay un programa más aterrador aún. "Pesadilla en el Hospital", protagonizado por Marta Vera y la productora Mediterránea de Catering. Es aterrador porque cualquiera de nosotros o nuestros allegados puede verse forzado a tener que comer sus preparados culinarios.
Personal de Salud Pública del Gobierno navarro ha comparecido en el Parlamento navarro para explicar los controles que han realizado en el Hospital. Y la escena es de dar miedo y la lista de irregularidades enorme.
Comida (presuntos spaghetti) con restos fecales (¿Se puede decir mierda en Internet?).Yogures que se almacenan fuera del frigorífico porque es más fácil transportarlos. Personal que manipula alimentos con vestimenta inadecuada, piercing o anillos. Lavamanos sin jabón. Cajas de pollo en contacto con el suelo. Mala conservación de las patatas refrigeradas. Vasos mal limpiadas, con marcas de pintalabios.Desperdicios de alimentos en las inmediaciones de la cocina... Sí, lo mismo que en la tele. Y eso que es un hospital.
Ya lo advirtió Chicote: "Como vengan los inspectores de Sanidad, no es que te cierren el local, te lo queman". Lamentablemente, los inspectores de Sanidad han acudido al Hospital, pero no lo han cerrado. Aunque sí han recomendado una sanción para Mediterránea de Catering.
En los programas de Chicote y Ramsay, en ocasiones hay un final feliz. En otros no, es imposible. En el caso del Complejo Hospitalario de Nafarroa hay una única solución. Que se anule la adjudiciación a Mediterránea de Catering y las cocinas vuelvan a ser públicas.
Marta Vera, por favor, ¡coge el teléfono y llama a Chicote!