Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Al Bagdhadi, su hermana y Turquía

El anuncio por parte de Ankara de la detención de una hermana de Abu Bakr al-Bagdhadi abre nuevas perspectivas sobre el papel del Gobierno turco en la «caza» al líder del Estado Islámico (ISIS), quien oficialmente se suicidó el 26 de octubre tras quedar acorralado en un operativo militar del Ejército estadounidense en el norte de Siria. 

Rasmiya Awad fue detenida junto a su marido, su cuñada y cinco menores en un campamento de refugiados en la localidad siria de Azaz, ocupada por el Ejército turco y sus rebeldes a sueldo en 2016. En este sentido, todo apunta a que estamos ante  una «pieza de caza menor», pero no por ello menos valiosa, que estaba previamente localizada, y que Ankara ha querido cobrarse, y publicitarlo, en este momento.

En esta línea, hay quien sostiene que el presidente turco, Recep Tayip Erdogan, ha buscado con este movimiento sacudirse las críticas de los que le acusan de dar alas al ISIS con su ofensiva militar contra los kurdos. Días después, para más inri, de que Al-Bagdhadi fuera «liquidado» en una casa ¡a seis kilómetros! de la frontera turca.

Aventurar hipótesis, y extraer conclusiones, de un escenario tan volátil e incomprensible como el sirio es poco menos que una temeridad.

Pero confieso que, desde que Trump alardeó de haber acabado con la vida del «más malo de los malos» en el norte de la provincia de Idleb algo me decía que, de un modo u otro, Turquía tuvo algo que ver en el operativo. Y cuando se filtró que Al-Bagdhadi iba de paso y que su destino era Jarabulus, localidad siria igualmente en manos del Ejército turco, la impresión trocó en sospecha.

¿Qué hacía el califa del ISIS tan lejos del noreste de Siria, en una zona (Idleb) bajo control de sus juramentados rivales yihadistas de la filial siria de Al Qaeda y grupos acólitos?

Hay pocas dudas de que estaba bastante acorralado por infiltraciones y por el trabajo de los servicios de inteligencia de la milicia kurda. Y su presencia en la zona era poco menos que un secreto a voces cuando la propia Al Qaeda lanzó contra él una fallida operación de captura.

En este sentido, resulta poco creíble que los turcos no supieran dónde se hallaba  y no es para nada descartable que la entrega en bandeja de plata de Al-Bagdhadi formara parte de la, o las, contrapartidas de Ankara a EEUU a cambio de que se retirara de la franja fronteriza que va desde Tal Abyad a Serekaniye. La liquidación del líder del ISIS es todo un regalo de política internacional para un Trump que afronta los albores de la campaña presidencial con la sombra del impeachment, un problema doméstico que no acabará con su destitución pero puede enturbiar sus pretensiones de seguir en la Casa Blanca.

Es un hecho probado que la Turquía de Erdogan ha utilizado el yihadismo, también el del ISIS, como herramienta para la consecución de sus objetivos geoestratégicos en Siria y en el conjunto de la región.

Y el hecho –valga la redundancia– de que no haya sido la única en hacerlo- no resta un ápice de gravedad a su responsabilidad en la alimentación del monstruo contra el que ahora anuncia operaciones como la detención de una hermana sobre la que, de momento, pesa la única acusación de filiación con Al-Bagdhadi.

Lo únco evidente es la complejidad de un escenario, el sirio, en el que todos luchan contra todos mientras se alian con unos y otros y utilizan a rivales como arietes contra sus enemigos de hoy y sus aliados de mañana.

El regreso de las tropas estadounidenses a Siria a controlar los pozos de petróleo del noreste del país, donde vuelven a patrullar con las milicias kurdas, revela precisamente eso. Que los acuerdos son papel mojado y que quien un día es tu patrocinado puede convertirse al día siguiente en chivo expiatorio. O viceversa.

 

 

 

Buscar