Las inmediaciones del Palacio de la Alvorada, residencia oficial del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, están siendo invadidas por una plaga de ratas.

El suceso coincide con la mayor crisis política en la legislatura del político ultraderechista e integrista cristiano. Una crisis que hoy ha tenido un nuevo capítulo con el anuncio por parte del Supremo de la apertura de una investigación por injerencia en los asuntos judiciales.

El juez estrella Sergio Moro y ya exministo de Justicia acusa a Bolsonaro de forzar la destitución del jefe de la Policía Federal para obstaculizar los procesos de investigación contra sus tres hijos y retoños políticos.

Todo apunta a que el estamento judicial estaría calibrando seriamente la posibilidad de abandonar a su suerte al polémico y progolpista presidente.

Pero no es la primera señal de alarma para Bolsonaro. Hace semanas, el estamento militar se revolvió contra el presidente por su gestión trumpiana del coronavirus, coronada con la destitución del ministro de Salud., Luiz Henrique Mandetta. 

El presidente salió vivo del embite, en el que constató a su vez la desafección que sus extravagancias provocan en parte de sus apoyos políticos y parlamentarios.

Una lectura optimista invitaría a pensar que las ratas estarían abandonando el barco a la deriva de Bolsonaro y que la visita de los orondos roedores a su palacio sería una despedida.

El pesimismo realista advierte de que acaso estemos ante la metáfora de lo que podría ocurrir si el presidente sale vivo de la pugna que le enfrenta con el juez Moro. Entonces las ratas volverían a subir al barco a participar del botín. Y el magistrado que lideró la campaña de acoso y encarcelamiento al presidente Lula sería el plato principal. ¿Consuelo?