El baño de multitudes que el presidente ruso se ha regalado en el estadio olímpico Luzhniki de Moscú, con motivo del octavo aniversario de la reanexión de Crimea a Rusia, no oculta que Vladimir Putin ha perdido amigos, sobre todo en el espectro de la derecha y ultraderecha europeas, pero también en alguna izquierda. Otra cosa distinta es que realmente le importe.
Como evidenció su discurso patriotero ante las decenas de miles de rusos que acudieron al macro-concierto, su máxima es el expansionismo pan-ruso, como la máxima de las extremas derechas con las que ha más que coqueteado es la defensa de sus vergonzantes grandezas patrióticas.
Francia es el ejemplo. Marine Le Pen ha ordenado quemar los pasquines electorales en los que aparecía junto con Putin y Eric Zemmour, el defensor del colaboracionismo con los nazis, asegura que mentía cuando mostraba su admiración por el inquilino del Kremlin.
No es el único. Recuerden el panegírico de Aznar y la admiración que, en Italia, despertaba en Berlusconi, y que despierta en el xenófobo Salvini
Ya en la derecha homologada, y en la socialdemocracia europea, no han sido pocos los dirigentes políticos que elevaron a Putin a los altares a cambio de que les abriera una suculenta puerta giratoria como directivos en empresas energéticas rusas.
El ex primer ministro francés François Fillon y los austriacos ex-cancilleres Wolfgang Schüssel (conservador) y Christian Kern han compuesto una lista coronada por el excanciller alemán Gerhard Schröder.
Todos, menos el socialdemócrata germano y el líder de la Lega, se han desmarcado o, en su defecto, callan por si las moscas.
Sorprende, por ello, que se carguen tanto las tintas contra la izquierda y su «comprensión» para con Putin,.
Es innegable que, quizás por no irritar a pequeños sectores que no distinguen entre la nostalgia por la URSS y el eslavismo panruso de Putin, y que confunden el anti-otanismo de Rusia con el antiimperialismo, algunos hayan llegado más tarde que otros a la conclusión de que Putin es eso. Y que se retrata a bombazos en Ucrania y a soflamas pan-rusas en Moscú
