La decisión del gobierno de Pristina de enviar con protección policial a los políticos albano-kosovares a tomar posesión de sus cargos a los municipios serbios del norte del enclave en los que la participación en las elecciones locales no superó el 3,5% ha encendido los ánimos, ya caldeados, en un conflicto que se antoja irresoluble, lo que volvería a dar la razón a los que, siguiendo el adaggio de Winston Churchill, hacen suyo aquello de que «Los Balcanes engendran más historia de la que pueden digerir».
Cuando aún resonaban los ecos por la negativa de la minoría serbia a identificar sus vehículos con matrícula kosovar, el norte del enclave vuelve a estallar con un encono que evidencia el odio recíproco y la frustración de unos y a otros.
Un odio alimentado por una paradoja que, desgraciadamente, se repite en buena parte de los conflictos en el mundo, no solo en los Balcanes.
Sometidos a una limpieza étnica por parte de la Serbia de Milosevic que, como repite estos días Djokovic en las pistas de Roland Garros, se justificaba por la idea-fuerza mítica de que «Kosovo es el corazón de Serbia», el nuevo poder de Pristina respondió con la misma moneda, practicando una política similar contra la minoría serbia, sobre todo en sus reductos aislados del centro del enclave.
Frustración por ambas partes. En Kosovo, incapaz, quince años después de que un centenar largo de países, sobre todo occidentales, reconocieran su independencia, de articularse como un Estado mínimamente viable. A lo que responde presionando aún más a lo que queda de minoría serbia.
Y frustración de esta última que, anclada en una resistencia numantina para renunciar a Kosovo como origen de su anclaje a Serbia, asiste al desprecio por parte del gobierno soberanista de Pristina a las demandas internacionales de profundizar en la autonomía de las municipalidades serbias. Y pretende pasar por encima del boicot prácticamente total a las elecciones locales
Y en esas, y en medio de la guerra en Ucrania, Rusia agita el avispero y acusa a Occidente de la crisis, alineándose con los «desesperados» serbios. Y China refuerza su flanco al mostrar su apoyo «a los esfuerzos de Serbia para defender su soberanía y la integridad territorial». ¿Integridad territorial de Kosovo en Serbia?
Seguro que la UE, y la misión de la OTAN (KFOR) habrán cometido errores en Kosovo, pero es evidente que lo último que les interesa es que los Balcanes se conviertan en otro conflicto por delegación en Europa en plena guerra en Ucrania.
Convendría, eso sí, que todos bajaran el tono. Porque no sería la primera vez que los Balcanes se convierten en teatro de los conflictos entre las grandes potencias.
