El viernes se cumple una semana desde el supuesto ataque químico en la ciudad de Duma. Hoy jueves la bandera oficial siria ondea en la capital de Ghuta Oriental, los últimos rebeldes salafistas de Jaish Al Islam entregan su armamento pesado y están siendo evacuados a un destino incierto ante la negativa de Turquía a acogerles en las zonas bajo control de sus apadrinados rebeldes, muchos de ellos cercanos a Al Qaeda. Mientras tanto, la Policía militar rusa, formada por antiguos millicianos independentistas-islamistas chechenos, está entrando en la ciudad para «asegurarla».

Hasta ahí los hechos, que configuran una victoria sin paliativos del Gobierno sirio y sus aliados y la derrota prácticamente definitiva de la rebelión armada.

En este contexto. tras las bravuconadas tuiteras de Trump y las réplicas no menos desafiantes de representantes rusos de la víspera, la tensión diplomática parece haber bajado enteros. Al punto de que el presidente estadounidense. emulando los juegos de palabras de Rajoy, ha prometido que tomará una decisión sobre Siria «muy pronto o no tan pronto».

El reloj dirá si estamos ante una señal de marcha atrás en el abismo de un peligroso escenario de rumbo de colisión entre EEUU o Rusia. Declaraciones tanto desde Washington como desde Moscú invitan a mitigar la alarma que se encendió ayer en cancillerías y redacciones de todo el mundo.

Sin embargo, los movimientos militares en la zona no cesan, incluido el repliegue de barcos rusos de su base siria en Tartus. No se puede descartar que las «dudas» de Trump respondan a una maniobra de distracción. No en vano el magnate que ocupa la Casa Blanca ha acusado reiteradamente a sus predecesores, sobre todo a Obama, de ser incapaces de aprovechar el «efecto sorpresa» al anunciar de antemano sus intenciones.

¿Farolada o maniobra de diversión? Parafraseando a Trump, lo sabremos «muy pronto o no tan pronto». Mientras tanto, los hechos, consumados, mandan en Duma. En Ghuta Oriental y en Siria.