Txoli Mateos
Txoli Mateos
Soziologoa

Hablemos de amor

El amor suena o bien a cristiano («amaos los unos a los otros como yo os he amado») o a algo enfermizo y alienante («el amor romántico genera celos y dependencia»). Y, sin embargo, a la gente le hace feliz amar.

«¿Qué le pasa a la gente con el amor?». «¿No se enamoran, ni tienen nunca celos, ni están tristes por desamor?». Así se quejaba un famoso cantante de música pop. Parece ser que hay demasiado amor en sus canciones. ¡Pues hablemos de amor! Como dice Joseba Sarrionandia en su poema “Bizitza heldu da” (“Ha llegado la vida”), el amor no es un asunto de dos o tres; es un problema de todos.

Hubo un tiempo en el que el amor se consideró un antídoto contra las relaciones sociales hostiles. «Haz el amor y no la guerra» fue el lema del movimiento hippie durante muchos años. Hoy en día, está de moda el odio y cuanto más virulentas e incendiarias sean las expresiones públicas más likes cosechan. El amor suena o bien a cristiano («amaos los unos a los otros como yo os he amado») o a algo enfermizo y alienante («el amor romántico genera celos y dependencia»). Y, sin embargo, vemos una y otra vez que a la gente le hace feliz amar. Y no me refiero a los millones de novelas, películas o canciones en las que el amor –heterosexual, homosexual o bisexual– es el protagonista. Muchas de las relaciones sociales que establecemos están basadas fundamentalmente en el amor. ¿Qué es la amistad sino amor? Decimos «no a la guerra» por amor a otros seres humanos. Protestar contra cualquier injusticia es una forma de amar.

El amor es cultural, sin duda. Nos enseñan a amar, a quién amar y cómo amar. La sociología demuestra, por ejemplo, que la gente se enamora de personas con las que tiene algo en común, ya sea la clase social, el nivel cultural o la ideología. No hay nada de cierto en eso de que el amor es ciego. Y, efectivamente, el amor puede ser perverso y llegar a esclavizarnos, sobre todo a las mujeres. Pero en una época en que la expresión de los sentimientos está sobrevalorada y nos sentimos con derecho a decir cualquier cosa, aunque sea hiriente y ofensiva, deberíamos recordarnos más a menudo cuánto nos queremos, porque es así como se crea comunidad. Y el amor –a los y las amigas, a la familia, a la pareja, a la patria, a la humanidad– mueve montañas.

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